Luz diáfana irradia Jesús. Dorado candor en las manos del Padre Amado. Cosmos púrpura y estelas malvas arrullan, la inmensidad del eterno rosal, de Madre, rosa blanca universal, que acaricia el viento, con su fragancia a Santidad. Dador de tonalidades, textura de luna en pinceladas de sol, ungido por el cristalino eco de la Gloria.
Ángeles que en sus cantos irradian amaneceres, placidez de almas que arrullan atardeceres. En la nada florecen los sentidos del todo. Una ánfora vidriada, nácar y constelaciones, tacto del supremo hacedor, haz de vida imperecedera que los siglos beberán en su Grial, siguiendo sus enseñanzas, hojas de palma y olivo caminando sobre la mar.
Ángeles que en sus cantos irradian amaneceres, placidez de almas que arrullan atardeceres. En la nada florecen los sentidos del todo. Una ánfora vidriada, nácar y constelaciones, tacto del supremo hacedor, haz de vida imperecedera que los siglos beberán en su Grial, siguiendo sus enseñanzas, hojas de palma y olivo caminando sobre la mar.