Suspira el querubín esperando una tormenta de verano que refresque el ambiente y reanime los sofocos que siente cierto pretendiente a determinado cargo de los que lucen, en alguna cofradía que es como Estados Unidos, la tierra de las oportunidades.
Suspiros alados por bandas que se hallaban en la cúspide de los inmortales y, desde su atalaya, miraban a las demás con la condescendencia propia de quien está tocado por la varita mágica. Pero la varita era prestada de un aspirante a Harry Potter y no pasó la ITV.
Suspira el Ángel porque, como la banda, ya mismo se ve ofreciendo sus suspiros a precio de dos por uno y en lugar de la atalaya baja hasta tocar en la playa las canciones del verano, mientras sus seguidores ilustrados, nos pintarán su cuadro como si fuera de calidad y harán una buena lista que lo demuestre.
Joaquín de Sierra i Fabra
Recordatorio El Suspiro del Ángel: Candidatos a capataz