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martes, 1 de septiembre de 2015

El Cirineo: Necesitamos un líder que nos defienda


Solamente unos pocos afortunados pueden negar la evidencia de que el verano va alcanzado su ocaso con la llegada de septiembre, mientras empiezan a caer las primeras hojas caducas y a vislumbrarse cuáles serán los focos de atención informativa que tendrán una especial relevancia en los meses venideros. Los diversos conatos de incendio perpetrados con dolo y saña por pirómanos de baja estofa en las últimas semanas, han venido a demostrar que éste va a ser un año muy movidito, lamentablemente movidito, confirmando lo que algunos veníamos pronosticando desde que se concretó la nueva correlación de fuerzas en la casa rosa de Capitulares.

Lejos quedan aquellos tiempos en que vive y deja vivir era una máxima interiorizada por el común de los mortales, probablemente por el hecho de que quienes protagonizaron los años de la dictadura fueron siempre conscientes del riesgo cierto de que la transición no fuese como fue, gracias a la grandeza demostrada por unos y otros. Y es que nuestra ciudad ha tenido gobiernos municipales de muy diferente signo y jamás, más allá de los lógicas pequeñas tensiones derivadas de la presencia de ocasionales mentecatos con ganas de hacerse famosos a costa de alguna declaración a los medios subidita de tono, se había profanado el umbral del respeto mutuo, lo que había derivado en un entendimiento que posibilitó el desarrollo de la ciudad en general y de "lo cofrade" en particular, como corresponde a una de las manifestaciones fundamentales de la cultura andaluza, superando la cateta y trasnochada identificación de la Semana Santa y sus actores con una ideología concreta.

Sin embargo, en los últimos años han ido accediendo al poder nuevas generaciones que no vivieron en primera persona lo que significaba correr delante de los grises, nada que ver con poder insultar a un policía nacional a la cara sin recibir premio alguno, y que conocen lo que significa vivir bajo el yugo de la ausencia de libertad únicamente de oídas, a resultas de lo leído en algún libro y en ocasiones ni eso. Una clase de individuos que menosprecia aquellos tiempos de grandeza democrática y altura política con una alegría solamente comparable a su estupidez e ignorancia y que han forjado un odio nuevo, mezcla de marketing político-científico-televisivo y de venganza por lo que presumiblemente algunos sufrieron y que ni siquiera padecieron de lejos muchos de sus antepasados. Resulta extraordinariamente curioso comprobar que la mayor parte de estos personajillos disfrazados de salvapatrias que nos hablan de revolución (con minúscula por supuesto), proceden precisamente de las capas sociales más acomodadas y que mejor vivían en tiempos del dictador.

Solamente hay que pararse un segundo a escuchar y observar, para constatar que estamos en una tesitura en la que crece exponencialmente el ataque a un sector determinado de la población cordobesa, a la que ciertos individuos han elegido como el blanco de sus iras, en el convencimiento de que presentar un enemigo común puede ser el elemento aglutinador que logre unificar el auténtico conglomerado de ciudadanos cansados de ser abofeteados por la crisis y una clase política tradicional incapaz de responder a sus demandas y de ofrecer soluciones mágicas. Con el ataque a la iglesia y las cofradías, hay quienes creen haber descubierto un filón que les conduzca al estrellato de esa nueva izquierda que con el fluir de los tiempos, tiene pinta de convertirse en el erial perfecto para que los alegres chicos de la coleta conquisten un espectro que antaño parecía exclusivo de los de la rosa, salvo las migajas que recogían trabajosamente los que jamás estuvieron unidos y que en lugares concretos como en la tierra de San Rafael (que lo es, le duela a quien le duela), se convertían en suficiente botín como para alcanzar la vara de mando, gracias eso si, más al carisma de algún que otro líder, tristemente más para allá que para acá en los últimos tiempos, que a los méritos colectivos. Con la actual deriva populista, auténtico canto del cisne, la izquierda tradicional cordobesa está cavando su propia fosa, esa que muchos llevamos tiempo vaticinando, mientras se frotan las manos desde los bancos de los que firmaron en María Auxiliadora y luego dieron la espantada sobre la bocina.

Mientras las hermandades empiezan a digerir estoicamente las amenazas más o menos veladas por parte de ciertos dirigentes municipales, se van materializando poco a poco determinadas sospechas como la desaparición de subvenciones (o sustancial recorte como acaba de anunciarse en la Cádiz "libertaria" del Kichi) que podrían provocar que alguna cofradía pudiera llegar a quedarse en casa o al menos reducir sus costes hasta niveles ridículos, lo que repercutiría indiscutiblemente en su obra social (esa a la que no llegan ni a la suela de los zapatos los okupas que siguen sin ser expulsados de un edificio que es propiedad de todos los cordobeses, cofrades incluidos), se ningunea a dirigentes de hermandades por parte de mandatarios públicos que se niegan a recibir a presidentes y hermanos mayores que, en el mejor de los casos, son derivados a segundos o terceros espadas (con perdón) y se mantienen en suspenso acuerdos establecidos, algunos económicos y otros de otra índole, que podrían desembocar en la paralización de importantes proyectos y la suspensión de eventos, los máximos responsables del movimiento cofrade de la capital, salvo confidencias a pie de acera, siguen esperando, sin atreverse a pronunciar una palabra más alta que otra, quién sabe si por miedo a represalias o por una mal entendida prudencia, sin darse o sin querer darse cuenta de que esto no es un simulacro, el bombardeo es real, y o se reacciona con celeridad o estamos muertos.

El concejal Aumente amenaza con girar una tasa a las cofradías por salir a la calle provocando el enorme coste que implica la presencia de la policía local, y la reacción de “nuestro presidente” es hablar por teléfono con el incendiario y manifestar a sus amigos de cierto medio de comunicación que Aumente no quería decir lo que dijo, que se malinterpretaron sus declaraciones, que no tiene intención de cobrar un impuesto a las hermandades por el uso de un servicio público, que se utiliza ,presumiblemente, en aras de salvaguardar la seguridad ciudadana y que en la práctica se reduce a cortar el tráfico y asegurarse de que la grúa realiza su labor permitiendo de este modo el paso de las cofradías por las calles de su itinerario, porque dicho sea de paso, los que realmente ejercen la labor de velar por la seguridad en eventos de esta naturaleza, son los que todavía y mientras nadie lo remedie se apellidan nacional y protección civil, ambos cuerpos dependientes de la Subdelegación del Gobierno, no del ayuntamiento. El concejal enciende el fuego y el presidente de la Agrupación de Cofradías lo apaga, no el propio Aumente, diga lo que diga el titular de ABC, porque el ayuntamiento no ha dicho esta boca es mía. Fue el presidente quien salió a la palestra para convencer a “su gente” de que se tranquilice, que no passssa nada. Unas declaraciones que han tenido su segunda parte hace un par de días, cuando en su página personal, (o eso parece aunque a veces uno llegue a confundir cuál es su página personal y cuál no), de una conocida red social, manifestó que “los hermanos mayores piden que se ponga fin a la crispación”.

Les confieso sinceramente que desconozco a qué hermanos mayores se refiere el señor Sanmiguel. del mismo modo que ignoro qué crispación es la que debe llegar a su fin. Quisiera creer que lo que el presidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Córdoba, como cabeza visible de todos los cofrades, quiere decir, es que basta ya de insinuaciones contra todoloquehuelaaincienso por parte de ciertos concejales de nuestro ayuntamiento, que es lamentable que la alcaldesa de todos los cordobeses no acudiese a la Magna Mariana como era su obligación, que es inconcebible que la Copatrona de Córdoba no figure en el programa oficial de las fiestas a las que Ella misma da nombre y no el puñetero fósil, que es intolerable que San Rafael haya sido expulsado de nuestro ayuntamiento y que no cuela ni la restauración ni la gira triunfal por los museos de la ciudad, que no es de recibo que una cofradía de la capital aún esté esperando el permiso oficial para ponerse en la calle con su extraordinaria en ciernes, que es inaudito que haya quien pretenda que las hermandades sufraguen el coste del montaje de la carrera oficial a pesar del indiscutible beneficio económico que se deriva de su presencia en las calles cada primavera, que es una vergüenza que una ciudad como Córdoba pueda quedarse sin Belén municipal y sin segunda puerta de acceso a la Catedral (Mezquita, para todos me entiendan) por una vengativa pataleta antidemócrata, que no está dispuesto a soportar ni un segundo más el menosprecio que supone que los máximos responsables públicos de la capital y la provincia, no reciban a quienes representan a buena parte de sus ciudadanos y que o se pone pie en pared con este acoso a las hermandades y a todo lo que representan, o se verá en la obligación de alzar la voz, en su nombre y en la de todos los cofrades, que en buena lid estaríamos sin dudarlo detrás de alguien que se atreve a llamar a las cosas por su nombre, dejando claro que no va a permitir que nos ninguneen, nos persigan y nos reduzcan a la nada.

Quisiera creerlo pero ¿saben qué? Lamentablemente tengo la sensación de que lo que realmente pretende decir, es que los que estamos denunciando esta situación de ataque continuado y en progresión geométrica creciente nos callemos. Que guardemos silencio mientras que los que presuntamente nos representan a todos, nos intentan dejar claro, día si y día también, que somos ciudadanos de segunda, que harán todo lo que puedan por perjudicarnos, cachondeándose de paso de nuestras creencias, y que en el horizonte de sus desvelos se encuentra acabar con una manifestación que es parte indisoluble y fundamental de nuestra cultura.

Y lo más triste es que los mismos que quieren que guardemos silencio, en pequeñas reuniones lloran amargamente y manifiestan su profunda preocupación por la actitud de quienes gobiernan (es un decir) en Capitulares. Le pese a quien le pese, son varios los hermanos mayores, que lejos de querer que “se acabe la crispación”, están dispuestos a posicionarse (y no de perfil precisamente) y a defender nuestros derechos como personas y como ciudadanos, individualmente y de manera colectiva y no les quepa duda de que si el primero que tiene la obligación de defendernos continúa instalado en el mutismo y la inacción, al menos públicamente, terminarán por hacerlo. 

Nos están atacando impunemente y no necesitamos que nos pidan poner la otra mejilla (ese papel corresponde a otros) ni que guardemos silencio apagando incendios que el ayuntamiento enciende (que cada cual sea responsable de los que provoca y se encargue de sofocarlos), sino un líder que levante la cruz para que todos le sigamos, que nos defienda, que habla alto y claro y haga un raya en suelo estableciendo los límites que no estamos dispuestos a que sean traspasados. Lo necesitamos ya, mañana puede ser tarde, y si quien en estos momentos ocupa el cargo no quiere, no sabe o no puede actuar con la firmeza necesaria, que haga lo que todo dirigente democráticamente elegido debe, llegado el caso, dar un paso atrás y permitir que otros hagan lo que cree que no es capaz de hacer… luchar...

Guillermo Rodríguez
@GuillermRodrigu













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