He de reconocer que este artículo de hoy, ni tenía este título ni iba por este sentido que va a ir. El otro día al leer a mi compañero de pluma y escritura, Fernando Blancas, de que no tenía ganas de hablar por una serie de acontecimientos, me hizo reflexionar y mi artículo de hoy iba por esos derroteros. Pero que rápido te puede cambiar la vida, cuando estaba metido en mis quejas y protestas, en mis reflexiones cofrades, en mis alegrías y penas, cuando mi hijo me llamaba para darme una muy, muy mala noticia.
Un Costalero de Dios, y su Bendita Madre nos había dejado. Y es en ese momento que te pones a pensar qué sentido tiene la vida. Si este costalero de poco más de 30 años ya no podrá seguir llevando a nuestro Dios y su Madre. Si es cierto. Se me viene a la memoria cuando este muchacho vino en compañía de otros chavales a pedir hueco en aquel palio del Rocío y Lágrimas que iba a comenzar su andadura por la Semana Santa cordobesa.
Su presentación fue decirme su nombre y a la vez su apodo, con el cual lo conocíamos casi todos. Aquellos primeros años reconozco que tuvimos algo más de amistad, cada vez que nos veíamos por algún rincón cofrade por donde lo hubiese. Después el tiempo y los cambios continuos de la vida, y más aún en el mundo cofrade hicieron que aquella amistad no fuera como la del aquel primer año. Ahora te das cuenta que ese tipo de distanciamiento no sirven para nada bueno. En todo caso, sirve para perder relaciones con personas que por los distintos avatares de la vida te plantees que si de verdad tienen algún sentido.
Es duro, muy duro escribir sobre alguien que quiso el arte de ser costalero y que ya no podrá serlo más en vida. El pasado domingo 6 de Septiembre en la procesión gloriosa de vuelta a su Santuario de Ntra. Sra. de la Fuensanta Coronada, un costalero con un gran corazón se acordó de él y se le dedicó una “levantá”. Allí se pidió por su recuperación, y yo al finalizar la procesión pregunté que por quién se había dedicado dicha “levantá”. Me dijeron quién era y sabía que había estado enfermo pero no que llevase cerca de un mes en cuidados intensivos del Hospital Reina Sofía.
Ahora desde mi portátil escribiendo el artículo escucho marchas como Costaleros de Dios, o Costaleros de Fe, o Costalero y he de decir que tengo que dejar de escribir porque mis ojos se llenan de lágrimas. Y más aún cuando has compartido con ese costalero momentos que se habían quedado guardados en la retina de hace ya muchos años. Te pones a pensar en esos instantes que se te vienen a la memoria como si hubiesen sido ayer mismo. Es duro, muy duro y dices de verdad merece la pena perder la relación con alguien por el motivo que sea y menos aún por hermandades y cofradías, por capataces, por bandas, por juntas de gobierno, por formas de pensar y entender las cosas distintas a ti.
De verdad, que sólo quiero decirte gracias por tus “chicotás” en los diversos pasos que tu corta vida te dejo dar. Corta por tu edad, no por tu vida de costalero que sé de gente que fue lo suficiente copiosa y llena de buenos y malos momentos, que al final de cuentas no deja de ser como la vida misma.
Este artículo no quiero que sea sólo un recuerdo más de los muchos que tendrás, sino quiero que sea un homenaje a ti y a cada uno de los Costaleros de Dios, que hoy son Costaleros en el Cielo.
Va por ti y por todos los que siguen con su ropa en el Reino de los Cielos, realizando “levantás” más al Cielo que nunca, andando como sólo saben los ángeles del costal que son cada uno de los costaleros que nos dejaron para realizarla en el cielo, “chicotás” celestiales impresionantes del buen hacer del costalero. Que Dios os bendiga, por seguir siendo costaleros en el Reino de los Cielos.
Pachi Giraldo