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jueves, 24 de septiembre de 2015

Verde Esperanza: Juego de Fariseos


Muchas veces he comentado que, cualitativamente, no nos distanciamos tanto de los tiempos en que vivía Jesús. Hoy, como hace dos mil años, hay grandes diferencias sociales y diversos sectores de la población. Unos marginados, otros con más derecho que otros vaya usted a saber por qué, y otros que interpretan las leyes a su antojo. Estos últimos eran los fariseos, conocedores a la perfección y al detalle de la ley de aquellos tiempos, marcadamente religiosa y que manipulaban a su beneficio para salir airosos de cualquier situación. Jesús era especialmente crítico con ellos, reprochándoles en numerosas ocasiones la hipocresía que encerraba su actitud de orar en las sinagogas durante horas, conocer al dedillo la legislación y cumplirla a rajatabla, para posteriormente ignorar al mendigo o al necesitado, o acusar a otros ciudadanos despiadadamente como si sólo ellos fueran los pecadores.

Hoy en día hay mucho de ello, y, en el tema que nos ocupa, sucede en muchos estratos de las Cofradías. No quisiera pecar de olvidar a alguno de los diversos sectores que componen una Hermandad, por lo que ilustraré el tema grosso modo. Si me conocen un poquito, sabrán que una de las cosas que peor tolero en las personas es la hipocresía. Y cuando uno se sube a un atril, sea pregonero, dirigente cofrade, cofrade de a pie o incluso pastor, comienza a exhibir lo buen cristiano que es, o la importancia de seguir las normas y uno sabe de sobra que el susodicho o la susodicha se las ha saltado y salta a la torera o se aleja ostensiblemente del espíritu cristiano, siente verdadera impotencia.

Impotencia porque normalmente no hay posibilidad a réplica, bien sea por el cargo que ocupa la otra persona o especialmente porque ni el lugar ni el momento resultan adecuados para ello. Impotencia porque repetimos la historia de los tiempos de Jesús con la exactitud de un reloj suizo, mismos errores, mismas miserias. Impotencia porque, como decía hace un par de semanas, los buenos –perdonen que me meta en este saco-, estamos perdiendo terreno en lo cofrade, un ámbito en el que cada vez vale más darse golpes de pecho, señalar con el dedo al que se equivoca y saber mucho de normas y burocracia, en lugar de volcarse con quien necesita ayuda, ofrecerse en servicio de los demás o pringarse las manos trabajando por conseguir una sociedad, sociedad cofrade en este caso, mejor. Existe, cuanto menos, cierta perversión de las funciones de los cargos, por no decir que estos se aprovechan para el beneficio propio.

Qué quieren que les diga, hay ocasiones en las que uno se piensa si todo esto de las Hermandad, sacar pasos a la calle y sacrificar tantísimas cosas por dedicarse a una Cofradía, merece realmente la pena para que unos cuantos finjan estar en la versión fariseo-cofrade de Juego de Tronos, compitiendo por el poder del reinado para sacar el máximo provecho, sea en una u otra dirección. Haciendo una triada de refranes que vienen al dedillo: que cada palo aguante su vela, que uno se mire la viga en el ojo propio antes de señalar la paja en el ajeno, y que el que esté libre de pecado tire la primera piedra.

José Barea.





Fuente fotográfica
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Recordatorio Verde Esperanza: Carta a un ateo






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