Tenía en mente escribir sobre un tema de rabiosa actualidad como lo es
Halloween, pero en realidad no tengo mucho más que aportar a lo que
magistralmente escribía mi compañera Raquel Medina en el día de ayer.
Bajo mi punto de vista, es enriquecedor conocer otras culturas y celebraciones,
pero desde luego lo que resulta alarmante y peligroso es ningunear nuestras
propias tradiciones en beneficio de las externas. Ya lo he señalado en alguna
ocasión, estamos en la senda de la desaparición de nuestra cultura española,
con la persecución de todas las señas de identidad que nos han caracterizado
durante siglos. Siguiendo con la temática, vengo a escribir sobre cosas que
verdaderamente me atemorizan.
Ni el más aterrador disfraz de Halloween me asusta más que la tibieza en
el seno de la Iglesia –y por ende, en las Cofradías- y el enfermizo Síndrome de
Estocolmo hacia quienes tratan de pisarnos una y otra vez. Durante estos días
han tenido lugar una serie de acontecimientos que poseen un denominador común, que
es que la Iglesia sale perjudicada de una u otra forma. Sin embargo, no son
estos sucesos los que me preocupan de por sí, sino más bien cómo reaccionamos
quienes pertenecemos a la Iglesia.
Un Ayuntamiento que ofrece a sus ciudadanos la posibilidad de celebrar bautizos
y comuniones civiles. Parece el comienzo de un chiste, pero la realidad supera
a la ficción, una vez más. Desde las instituciones que gobierna la
autodenominada nueva clase política, se permiten la licencia de prostituir un Sacramento
como lo es el de la Comunión o el Bautizo para fines lúdicos. En este país nos puede más la
cháchara que la lógica, y esto es algo que, como raíz del problema, sucede en gran parte de los niños
que acuden al solemne Sacramento –ojo, no es cualquier término- de la primera Comunión.
Quienes, motivados por sus inteligentísimos progenitores, conciben lo que es el
ritual sacramental de la Comunión como una excusa y un mal menor con el fin de
celebrar una fiesta en la que Dios no figura en la lista de invitados. Por
tanto, lo que me aterra no es que unos gobernantes se mofen y pretendan alienar
uno de los Sacramentos de la Iglesia, sino que la propia comunidad cristiana
haya dado pie, tras años y años de torpezas, a que esto suceda. Y, por si fuera
poco, que aún haya quien pretenda justificar y respaldar la celebración de
estas Comuniones civiles. Total, como a mí no me afecta… qué más da.
Y qué mas da que, como contaba Raquel, la Hermandad de San José de San
Fernando tuviera que suspender su rosario público por las calles de la
localidad gaditana, debido al ambiente totalmente inapropiado para la
celebración del mismo. Pero, y vuelvo a redundar en la misma idea, no es esto
lo que me acongoja, por no decir otra cosa, sino que probablemente a la gran
mayoría de la fauna cofrade esta cuestión le importe un bledo, incluso la
llegue a aplaudir, porque ese día ellos también sienten la imperiosa necesidad de salir a disfrazarse, enseñar cacho y
emborracharse, y si hay que pisar un culto externo por el camino, pues se pisa. Que lo hagan
en otra fecha que no moleste, mejor celebrar Halloween que eso, ya que además
no acudían bandas al acto, por lo que carece de interés. Entiéndase la
sobredosis de ironía. Y, para rematar la antología del disparate, me doy de bruces con dos Hermandades gaditanas que pretenden realizar celebraciones de Halloween, y que acertadamente el Obispado ha cortado de raíz. Lo dicho, que lo que importa es el postureo sin importar el cómo, el por qué o el dónde. Y que si hay que echar tierra sobre la propia Hermandad, se echa. No pasa nada, todo vale.
Y, para terminar, y casualmente localizado en el mismo lugar que los
eruditos de las Comuniones civiles, Rincón de la Victoria (Málaga), se
produce un asalto y destrozo contra imágenes religiosas en la capilla del Carmen.
Y, por si esto no es suficientemente espeluznante de por sí, más aún por el
hecho de que este tipo de ataques se vienen sucediendo con cada vez más
frecuencia, me encuentro con que el párroco de la capilla afirma que es un
“acto de vandalismo aislado”. ¿A usted no le acojona –con perdón- más lo
segundo que lo primero? A la destrucción de varias imágenes devocionales se
suma una serie de pintadas en escritura árabe entre las que se encuentra una
que reza “Alá es Dios”. Pero, seguramente, eso debe ser que un par de señores entraron
amablemente a preguntar la hora a la capilla, y daba la casualidad había nadie.
Además, estaba todo oscuro y debieron tropezarse unas doscientas veces por
minuto con lo que se explica el arrasamiento del lugar. Para terminar,
seguramente confundieron unos aerosoles con un desodorante, que
fueron a utilizar al terminar de tropezarse por el lugar, ya saben, por aquello
de que con tanta actividad física, uno suda, con tan mala suerte que apuntaron
sin querer a la pared y, con más infortunio aún, resultó que la mancha de spray
parecía poner aquello de Alá es Dios en escritura arábiga. Pero no se deje
engañar por las apariencias y los prejuicios, se trata de un insignificante
incidente, fruto de una serie de catastróficas desdichas. Vamos, que ha sido
sin querer. Ya hablando –sólo- un poco más en serio, a lo más que llegamos los
cofrades, me incluyo por supuesto, es a compartir la noticia en cualquier red
social y escribir un par de líneas de indignación, y a los dos minutos nos estamos
riendo porque justo después nos salía un vídeo de estos de caídas, que hacen
mucha gracia. Habrá que esperar –de nuevo, recordemos que ya ha sucedido algo
así en Palma del Río- a que ocurra algo de igual o mayor calibre en alguna
Hermandad, preferiblemente de las conocidas a nivel andaluz, para que
comencemos a preguntarnos si realmente estamos sufriendo un hostigamiento
desmesurado y así nos planteemos qué hacer para no ser reducidos a cenizas.
La conclusión que saco es que el orbe cofrade corre un gran riesgo al
soltar la mano de la Madre Iglesia tal y como un niño puede hacer a una edad
temprana, para salir a corretear sin que la pesada de su madre le retenga. Nos
mostramos contrarios a muchas de las posturas que la Iglesia adopta con más o
menos razón –generalmente con más-, nos mofamos de los sacerdotes, permitimos
que otros hablen pestes sobre la Iglesia y, con cada vez más asiduidad y una aterradora
naturalidad, nos autodenominamos cofrades no creyentes, y por tanto, como no
miembros de la Iglesia. Degradamos la condición del cofrade hasta el ridículo,
bien podría uno pensar que la creación de Hermandades civiles no está lejos. Es
más, creo recordar que ya ha sucedido algún episodio así en una localidad
sevillana. Ahora es muy fácil justificar todo aquello que escupa sobre el
tejado de la Madre Iglesia, porque pensamos que es algo que nos pilla lejano y
que no nos afecta. Pero, al ritmo que vamos, las Cofradías van a ser las
primeras organizaciones en caer bajo el yugo de una sociedad que ataca, o en su
defecto le da igual que ataquen a todo lo que huela a Dios. Y, por más que pese
a algunos, nosotros los cofrades olemos a incienso, nos identifican con la
Iglesia. ¿Saben qué le sucede a ese niño que juguetea y escapa de la mano de su
madre? Seguro que sí, sucede que esta, por más que lo intente, no puede
protegerla ante cualquier perturbado o ante una transitada carretera. No hace
falta que les cuente el desenlace de esta macabra historia de Halloween, ¿no? ¿Trucoo trato? Ya está uno lo suficientemente asustado por la ineptitud del cofrade
de hoy en día como para pararse a hacer trucos o tratos con el diablo, y justificar lo que de ninguna manera tiene justificación. No soltemos la
mano de nuestra Madre Iglesia, es la única capaz de protegernos ante lo que
puede estar por venir.
José Barea
Fuente fotográfica
Fuente fotográfica
Recordatorio Verde Esperanza: Que viva lo añejo