Me siento confuso como Pocholo en el Gran Hermano Vip o como el pelo del Aragón o distante como las cejas de Martínez Ares. Y es que los otros días me mandó el jefe de esta casa (o fundador como el padre de Emilio Botín con el Banco Santander) una foto de la página web de una hermandad que tiene publicidad. La publicidad está bien porque ayuda al sostenimiento y la Hermandad seguro que la pone con la mejor intención, pero a los que la seleccionan (de guguel o de lo que sean) habría que hacerles unos cuplesitos por meter un anuncio electoral del partido ese de la rosa (no Aguilar, aunque también) que seguro que si lo vio alguno de la Hermandad le entraron los siete males. Y es que no hay ingresos que compensen un susto comparable a encontrarte en un callejón oscuro al Mono Burgos vestido de roquero.
Por si ya tenía poco con eso me entero que
el de las iniciales iguales que la marca de tabaco de los ochenta del
Abesé debe estar contento con su banda fetiche. No me refiero a la de
Córdoba, esa que tanto nombra mientras se guarda
en el Walkman el nombre de otras. No. No. Me refiero a la esencia
sevillana de todas las bandas. Esa que sustituye a la Centuria y es
chispa más o menos lo mismo. Aunque pensándolo bien ahora le puede hacer
campaña a la Centuria pa' que venga a Córdoba el
Domingo de Ramos y eso que nos llevamos. O peor que meta en la crónica
del Domingo a San Roque y quite a alguna de a aquí.
Juan Antonio Martínez Aragón