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lunes, 21 de diciembre de 2015

La Chicotá de Nandel: El tiempo del cambio


Hoy, muchas hermandades y hermanos de las mismas acudirán a la cita casi obligada de la Lotería de Navidad, en este país de consumismo casi por devoción, y la búsqueda de la fortuna casi por obligación, ya que casi nadie se hace rico trabajando.

Hay quien piensa que ya con los resultados electorales está todo vendido, unos sé que piensan ir haciendo las maletas, que me avisen antes, nos reunamos y pueda despedirme de ellos, y otros que el gordo ya les ha tocado. Estoy más con estos últimos, ya se nota hoy, ¿o no lo han notado? ese cambio a mejor, ese aire más puro, la democracia verdadera contra la mentira que hemos vivido tantos años. Menos mal que la ironía siempre está ahí para los que vivimos con optimismo, quizá los pesimistas convenzan incluso a los realistas para hacer como los primeros, irse a otro lugar. Que se queden al menos algunos para disfrutar de este cambio tan fructífero que nos anuncian, no lo vamos a disfrutar solo unos pocos tras tantos años de oscuridad, ahora que llega la refulgencia.

Me hace gracia que en Córdoba nos gobiernen personas que ganaron en unas municipales, que diga, perdieron, perdón, y que ahora en las generales, hayan obtenido muchos votos menos que en el mes de mayo. Con lo que estaba cambiando Córdoba a mejor, y, ¿ya estamos tirando por tierra el voto por el cambio de hace solo siete meses? Desde luego, no nos enteramos en Córdoba, pero en fin.

Entre la búsqueda de una economía más jugosa, los regalos de última hora, que es lo que copa la mayor parte de estos días, gasto y más gasto, nos encontramos con la Navidad.

El otro día me dijo un amigo, que si no podía ver a la mitad de sus compañeros, y que todos tenemos un tonto en la familia, ¿para qué leche iba a pasar el mal rato de tener que estar compartiendo ni dos palabras con el tonto o los imbéciles de su trabajo? Son puntos de vista que oye, hasta su parte de razón llevan.

La Navidad, era aquello que se celebraba con la cena en Noche Buena, finalizando con la Misa del Gallo, donde los cristianos celebrábamos el nacimiento de Jesús. Se montaba el Belén, se forjaba un pesebre, en definitivas cuentas, una conmemoración cristiana finalizada con una celebración eucarística.

Hoy en día la Navidad, es llevaba a cabo por personas no creyentes con más poderío que las creyentes. Fiestas de pompa y boato que celebran no sé qué, supongo, que estamos de vacaciones – el que lo esté – y que se puede comer y beber cosas que en días normales no vemos sobre la mesa debido a su alto coste. A esto último, también decirles que no se preocupen, que los que no puedan gastar o hacer comidas ricas en ostentación de riqueza y fuerza económica, en breve podrán, ya está aquí el cambio.

Ya no hará falta que ni la Iglesia ni las comunidades cristianas, incluyendo a las hermandades, nos preocupemos más que por lo que nos tachan, la adoración del becerro de oro, el alarde económico, y no por los necesitados. En estos tiempos de cambio, no faltará un pan sobre la mesa de nadie, solo con la fuerza de este cambio, el que hoy ya se nota, ya se respira.

El otro día veía una foto. Un hombre dormía con una manta y lo que parecía un saco de dormir destartalado frente a una de las sedes políticas de un partido. Ese partido, seguramente habrá estado de campaña, no habrá visto a esa persona, porque con sus ideas seguramente, le hubieran acondicionado aunque fuera un cuarto con los mínimos para vivir. No en vano, es uno de los partidos del cambio.

¿Saben qué? Que ojalá les toque la lotería, que les va a hacer falta con la que se avecina.

¿Saben qué? Que no se vayan de España, que ya sobrevivimos al presidente que negaba la crisis, a momentos peores, y como españoles reaccionamos, juntos, como hermanos. Este país está a pruebas de mangantes, de vendedores de humo, y que para ser cristiano, no hace falta más riqueza que la del corazón, y más vestido que el que da el alma.

¿Saben qué? Que las hermandades, que las corporaciones cristianas, van a seguir ayudando a los necesitados, al que necesite apoyo. Lo sé porque este año ha sido impresionante ver las campañas que tantas veces he dicho echaba de menos, y no han sido solamente en estos días. No voy a nombrar hermandades, porque todas han puesto más de dos y tres granitos de arena, absolutamente todas. Me siento orgullosísimo a día de hoy de todas las hermandades de la ciudad, muy orgulloso.

¿Saben qué? Que nos van a dar un “carajo” desde el Ayuntamiento, pero a nosotros, y a los que esperen el cambio, que llevamos ya siete meses de cambio y hemos visto el resultado.

¿Y saben qué? Pues que no va a cambiar nada en esta España de pandereta. Que los Villancicos se cantarán en las mismas casas, en otras se pondrá música disco. Al finalizar la cena, unas irán a la Misa del Gallo, otras, comenzarán la sobremesa con las copas, y hasta que la noche dé. Que vamos a aguantar al tonto de la familia, que incluso puede que hablemos con un imbécil con tres copas de más de la empresa, al que no le hablamos en todo el año más que cuando murmuramos para nosotros mismos y relatamos la calamidad de la persona. Que a fin de cuentas, va a ser una Navidad igual que las anteriores. El ateo a lo suyo, el del bar a poner copas, el del restaurante comidas, el de la pescadería a hacer el agosto en diciembre, y el de la tienda, a envolver regalos. Todo va a ser igual, hasta el extremo que hasta el cristiano, seguirá pensando en el que tiene frío para ver de qué forma calentarlo, el que se siente solo, para ver de qué forma darle compaña, y el que no tiene nada, al menos tenga una mano que le anime a unirse a un grupo para tener de todo lo que una persona pueda necesitar.

La vida no cambia, la Navidad tampoco, y tras este año en este blog tampoco hemos cambiado, afortunadamente, aunque somos unos poquitos más. Disfruten de una Navidad en que tristemente el Viejo Costal ve sus valores tirados por el sumidero, y al que la edad lo está matando, como a muchos. Solo le quedará, alegrarse con las fotografías e instantáneas que nos regalan todo el año Antonio, Eva, Álvaro y muchos más, algún que otro Cáliz, un paseo por el mar de La Línea, por tierras marismeñas, y encontrar algún Cirineo que les ayude a pasar esos malos tragos. Lo que a buen seguro, y a Dios gracias no cambia ni cambiará, es que ya no podremos devolver lo perdido, pero la ilusión, que es una de las aristas de la alegría navideña, seguirá entre nosotros. Esperemos que en vosotros también. Que pasen una gran Noche Buena y una Feliz Navidad, sin exclamaciones, pero con los suyos, cristianos de buen paño y buena condición. 

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