Queridos Reyes Magos…
Parece que fue ayer mismo cuando os escribí mi última carta y ya han pasado doce lunas. Es cierto lo que dicen; cuanto más mayor se hace uno más rápidamente pasa el tiempo. Esta tarde he estado releyendo lo que pedí para toda mi gente hace ahora trescientos sesenta y cinco días y he de reconocer, para mi satisfacción, que la mayor parte de lo que os pedí entonces, me fue concedido. Es cierto que no todo se pudo materializar pero como mencioné hace un año, de todos es sabido que las cartas a los Reyes suelen ser demasiado extensas y no todo lo solicitado cabe en los camellos.
En primer lugar, Majestades, para quienes habitan mi cercanía, quisiera pediros el empuje necesario para continuar aferrando con fuerza el timón que maneja el velero en el que un día nos embarcamos camino de la ilusión, en la búsqueda del rumbo de la felicidad absoluta, aquella que un día sobrevolamos y resulta imposible de alcanzar y comprensión, aún más, para con el rosario de defectos y los múltiples pecados que adornan mi caminar cotidiano.
No quisiera olvidar agradecer vuestra incuestionable contribución a que se hayan hecho realidad muchos de los sueños que sembramos hace un par de primaveras, sin vuestra mágica intervención hubiese sido imposible luchar contra gigantes aunque a veces pareciesen molinos de viento. Se positivamente que quien más lo merece ha logrado encontrar la luz al final del durísimo túnel que ha tenido que transitar en compañía de aquellos a quien más quiere, aprendiendo por fin a torear con la distancia precisa y olvidando aquellas tácticas de torero suicida de las que os hablada en mi carta anterior. Para él, solamente os pido que traigáis perseverancia y sabiduría para gestionar el éxito con la misma brillantez que con la que lidió sus momentos de oscuridad. Quien tiene talento merece el premio de los sueños cumplidos y sabéis que mi felicidad es absoluta cada vez que pienso en que tiene al alcance de las manos aquello que tantas veces imaginó.
Para el resto de locos que me acompañan remando a orillas de la verdad y la utopía, este año solamente voy a pediros que sean capaces de seguir luchando por alumbrar a quienes deseen ser alumbrados, por mantener latente la llama de la esperanza por querer cambiar el mundo que nos rodea, y que continúen soñando por un futuro mejor que el presente que nos ha tocado en suerte y cultivando la ilusión de saber que del esfuerzo siempre derivan recompensas, aunque en ocasiones se antoje difícil discernir entre las ramas y el bosque.
Para quienes pretender erigirse en abanderados de causas honorables, os ruego inteligencia y honradez, y sobre todo altura de miras para ser conscientes de que por encima de los intereses particulares existe el beneficio colectivo y que de nada sirven los honores mundanos si se olvida el verdadero sentido cristiano de aquello que tenemos la obligación de proteger.
Para nuestras hermandades valentía, honestidad, sencillez y enormes dosis de generosidad ante la empresa que se avecina. Grandeza para asumir que estamos viviendo un instante que puede ocupar un lugar de privilegio en la historia o convertirse en una mera anécdota por la acción de algunos y la omisión de muchos y para aquellos que conocen las verdades del barquero, arrestos suficientes para llamar a las cosas por su nombre si la coyuntura obliga y denunciar llegado el caso, a quienes sistemáticamente pusieron palos en las ruedas alimentando el triunfo del fracaso que empieza peligrosamente a despuntar en el horizonte.
Para quienes portan una vara dorada, os pido el juicio preciso para aceptar que el poder detentado es meramente efímero y que llegará el momento de ocupar un lugar entre el común de los mortales. También os pido la rectitud en el desarrollo de sus acciones, para que cuando el sol deje de brillar en su frontera sean capaces de mirarse al espejo sin avergonzarse de sus actos o de sus ausencias.
Para los gobernados os pido infinita comprensión con quienes penan con la pesada carga de regir los destinos administrados y al mismo tiempo la necesaria dosis de rebeldía para impedir a quienes mutan en tiranos convertir lo que es de todos en cortijos de uso exclusivo y la persistencia para no abandonar jamás el barco antes que lo hagan las ratas.
Queridos Reyes Magos, soy plenamente consciente de que se avecinan tiempos extraordinariamente complejos, con desafíos que convertirán en casi heróico algo tan natural en la tierra en la que aprendimos a respirar, como definirse cristiano o cofrade, así que cuando esta noche os acerquéis a rendir pleitesía al Rey de los Cielos y a su Bendita Madre, pedidle bajito por todoloquehuelaaincienso, para que nos ayuden a todos los que configuramos el Universo Cofrade a levantarnos cuando la ira de quienes nos odian pretenda derrumbar nuestras convicciones y precipitar nuestras libertades y derechos por el abismo de la dictadura y el pensamiento único. Rogadles por todos los que mantenemos encendido el incensario de nuestra legitimidad y la llama de nuestras creencias contra viento y marea. Y pedidles por todos los que ayudamos desde la humildad de nuestra fe a cargar con el madero de la resistencia, como buenos cirineos.
Guillermo Rodríguez