Se me había pasado por la cabeza hablar sobre el tema de la Madrugá sevillana y el circo del que no parecen querer salir unos y otros, aunque ya escribí acerca de ello hace unos meses, pero continúan instalados en la polémica, la batalla de egos y el absurdo. Sin embargo, tengo curiosidad por saber cómo termina el culebrón hispalense, así que continuaré esperando hasta conocer la resolución final. ¿Habrá alguna Hermandad que se ponga en huelga? ¡No se pierdan el próximo capítulo!
Cambiando el rumbo -o quizá no tanto-, ¿se imaginan un miembro de una peña bética que reconozca abiertamente que no le gusta el fútbol? Puede parecer disparatado, pero sucede algo exactamente igual en el mundo del capirote y el costal. Cuántas veces se habrá escuchado aquello de "yo es que soy cofrade pero no creo en la Iglesia" o directamente "no soy católico".
Son los llamados tontos de capirote, pero también pueden ser tontos de costal, de chaqueta y corbata , ¡o incluso de Junta de Gobierno! Nadie escapa del virus de la estupidez y la incoherencia. Quien afirma hasta con orgullo no ser católico pero forma parte de una Hermandad y participa en su actividad comete un ejercicio de hipocresía absoluta. Quizá el problema es que este tipo de conductas está bien visto en el seno de la propia Cofradía. Bien es cierto que nadie puede negar la entrada a nadie en una Casa Hermandad, pero sí que habría que premiar a quienes se acuerdan de su Cristo y su Virgen durante todo el año y no sólo cuando toca limpiar la plata o ponerse la chaqueta y la medalla.
El cofrade ha de ser cristiano y católico, de nada vale haber visto doscientos vídeos de la Madrugá sevillana y saberse al dedillo las marchas del Tres Caídas si luego uno se mete bajo las trabajaderas de un paso sin saber lo que lleva sobre sus hombros, ni el sentido que tiene pasear a Dios y María por las calles de la ciudad. Así se desvirtúa la esencia de la Semana Santa. Es posible que estemos favoreciendo el crecimiento del gremio capillita, que no cofrade, en deterioro de este último. Poniendo blanco sobre negro, estamos creando monstruos -o permitiendo su creación- que pueden terminar por devorar la belleza de la Semana Santa y todo lo que lo rodea. Obviamente, y aunque muchos se empeñen en decir lo contrario, la Semana Santa es un espectáculo cultural que favorece el turismo y bla, bla bla. Sin embargo, conviene no olvidar que lo primordial de la "fiesta" es la vertiente espiritual y religiosa, ese es el cimiento fundamental que permite que el gigante que es en la actualidad la Semana Santa pueda caminar. Pero cuidado con las zancadillas, que por muy gigante que sea...
José Barea