Guillermo Rodríguez. El Consejo General de Hermandades y Cofradías de la Ciudad de Sevilla acaba de hacer público a través de sus redes sociales, el acuerdo (por llamarlos de algún modo) alcanzado por unanimidad entre los seis hermanos mayores de las hermandades que configuran la Madrugá en virtud del cual se mantiene el orden actual y se reajustarán horarios e itinerarios que se darán a conocer en los próximos días por el Delegado. Es decir el acuerdo de no hacer absolutamente nada y dejar las cosas exactamente como estaban.
Más allá del ridículo y bochornoso espectáculo al que han sometido a la más importante Semana Santa del universo cofrade, se pone de este modo punto y seguido a un eterno rosario de intentos, propuestas y reuniones que han desembocado en un acuerdo que materializa la imposibilidad de avanzar en una solución que se antoje medianamente lógica y aceptable, que viene a significar la nada más descorazonadora, y de la que se desprende la nula capacidad de sacrificio de buena parte de los implicados en la polémica que han sido incapaces de dar su brazo a torcer y ceder por el bien común, el de las propias corporaciones y la insostenible situación que vienen soportando desde hace más de una década y el de los miles de ciudadanos que ahora se hayan en la disyuntiva de seguir sufriendo la realidad en que se ha convertido lo que debería ser la noche más hermosa, o en su defecto, como bien decía un conocido twitero esta misma tarde, marcharse a la cama cuando se recoge el Valle y despertarse temprano para ver al Señor en la amanecía.
Sea como fuere, unos y otros deberán asumir a partir de este punto la infinita responsabilidad que desde este mismo instante pende sobre sus cargos y eludir cualquier excusa cuando lleguen las duras. La culpa no será de terceros sino de quienes después de tanto nadar han decidido morir en la orilla. Que cada palo aguante su vela.