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sábado, 13 de febrero de 2016

Córdoba y su presagio inesperado


Blas J. Muñoz. Serán semanas de cultos y actos, Vía Crucis y presentaciones, reparto y ensayos, priostía y júbilo... Sin embargo hay semanas, fechas concretas que deshojan el calendario de la expectativa febril del cofrade que siempre anhela su momento y que, por repetido, en su antítesis no deja nunca de ser distinto y se presenta nuevo, como un estreno de la memoria.

Así cada Miércoles de Ceniza se abre a una expectativa que, durante los cuarenta -más los días Santos- en que se prolonga el ensueño, trae consigo los retos del pasado. El pretérito cercano de un año en que se proyectaron, por ejemplo, estrenos patrimoniales de calado. Tal es el caso de las túnicas que Rafael de Rueda diseñara (ambas en fase de terminación) tanto para el Señor de la Sentencia como el de las Penas de San Andrés. Ambas verán su puesta de largo a lo largo de unos días que suponen la meta del trabajo realizado.

Una línea de llegada que culminará en la Santa Iglesia Catedral, durante una de las Semanas Santas más apasionantes en su preparación que se recuerdan. Un esfuerzo conjunto (cada uno en su propia medida) que desembocará dentro de los muros de Santa María de la Asunción y que ha dejado tras de sí el amargo sabor de declaraciones y actos políticos de marcado carácter en contra de las cofradías. 

Sin embargo, llegado el Miércoles de Ceniza, la ilusión se renueva para colmar de sentido todo lo vivido durante unos meses que concluyeron y renunciaron su cuenta cuando el Señor de las Penas y el de la Coronación de Espinas presidían sendos Vía Crucis que anunciaban el ritual y, sin embargo, el presagio inesperado de una nueva Cuaresma.






@BlasjmPriego
Foto Jesús Caparrós




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