Blas J. Muñoz. "Acompañar, discernir e integrar", estos tres verbos del capítulo octavo de la Exhortación Apostólica promulgada por S.S. Francisco (Amoris Laetitia, Ciudad del Vaticano, 8 de abril de 2016) suponen uno de los aspectos que más han llamado la atención de la comunicación post-sinodal, la cual, lejos de centrarse en la norma concreta, aborda desde la doctrina general hasta alcanzar los casos concretos sobre las situaciones familiares que deberán evaluarse de forma concreta y, por así decirlo, casuística.
En este sentido, la comunicación pontifical recuerda a la forma de abordar situaciones concretas del derecho romano y ofrece una riqueza de matices que, en ninguno de sus aspectos, desmiente la posición del Magisterio de la Iglesia sobre la Familia, hasta la fecha. Toda vez que presenta un acercamiento muy interesante a esta problemática, integrando la "lógica de la misericordia pastoral". Para señalar que "a menudo, la tarea de la Iglesia asemeja a la de un hospital de campaña".
Asimismo, la exhortación "no deja de valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que no corresponden todavía o ya no corresponden más a su enseñanza sobre el matrimonio". Si bien se deja claro que no supone el ideal Cristiano, no deja de ser cierto que "hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y es necesario estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición".
Finalmente, este capítulo octavo expone que "los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo. Su participación puede expresarse en diferentes servicios eclesiales (…) Ellos no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia (…) Esta integración es también necesaria para el cuidado y la educación cristiana de sus hijos, que deben ser considerados los más importantes".