Pasada la Semana Santa, suben como la espuma los detalles de estos hombres vestidos de negro, que con lupa se les mira cualquier cosa o decisión que tomen, tanto para bueno como para menos bueno. Y como muestra todos los vídeos que aparecen uno detrás de otro de levantás, de arriás, de chicotás, de buenos instantes y de otros no tan buenos.
Y es que parece que ahora los capataces sólo saben tener o dar golpes a los pasos. Les digo una cosilla y no se me molesten, a quien se les rompen los platos es a quien los friega, pues lo mismo ocurre con los capataces. Pero como resulta que parece que eso es lo único que hacen, les voy a refrescar la memoria de cada cosa que hacen los capataces para que los pasos de una hermandad u otra, pongan en ellos su confianza para llevar sus pasos.
Estamos en una época de nuestras vidas que parece que nos gustan los fallos ante todo, y si es de algún capataz mejor y si tiene renombre pues mejor aún. Parece que eso nos pone, y mucho. Pero parece que no nos damos cuenta de lo que trabajan estos señores en cada uno de los pasos que llevan, y no ya solamente en lo que es dar órdenes a los que van debajo trabajando, porque cada uno es de su padre y de su madre y hay que intentar sobrellevarlos lo mejor posible. De los sofocones que se llevan con unos y otros, con las tareas que conllevan el ser CAPATAZ, y no solamente ya con las cuadrillas que algunas son más afines a los capataces, es con las Juntas de Gobierno, que hay cada una por ahí que tienen algunos cargos que no veas.
Entonces parece ser que no se le reconocen como venía diciendo todas las horas que no sólo delante de un paso se ponen tanto en ensayos como en sus procesiones, ahí ya hay un gran trabajo realizado. Después es terminar de realizar ese trabajo de manera impecable y poner la guinda a ese pastel. Pero para llegar a todo esto, están las igualás, el compromiso o no de la gente, el saber colocar a cada uno en un sitio, y ahora habrá quien lo respete o no, de todo hay, mover trabajaderas, que no las mueve el aire, ver como se mueven los palios, ajustar la fuerza de las cuadrillas con los relevos, saber dónde dar relevos para que la gente llegue lo mejor posible a cada una de ellas, que la gente no se desoriente en el trabajo, que estén atentos a las órdenes que se les transmiten, y además tal y como hoy en día transcurren los acontecimientos el saber dirigirte a un grupo de personas que cada uno quiere su momento de gloria.
Llega ese día de la salida procesional y parece que lo único que luce es como llevamos los trajes negros, o las corbatas, o el pañuelo o si vas más engominado o menos, o si pegamos más voces o menos. Pues no. Eso va en el lote. Pero todo lo anterior también. Y si se da un golpe o un rozón es por fallo inesperado o por otros aspectos que no vamos a entrar en detalles.
Claro que les puede parecer bonito ponerse delante de un paso. Claro que lo es. Pero cuando uno se pone delante de un paso y cuando se va a llamar se mira hacia arriba y se ve lo que allí hay, la responsabilidad que uno siente no tiene forma de medirse. Responsabilidad tanto por las imágenes que se llevan que tienen un valor artístico, depende si nos gustan más o menos, como por el valor sentimental de cada uno, que ese sí que no se puede medir. Los pasos que llevan a esas imágenes, grandes, barcos, trasatlánticos algunos de ellos y que somos capaces de meter por verdaderas angosturas dejando por un momento a esos espectadores sin aliento al ver ese instante. Y responsabilidad aún más importante por la gente de abajo. El que no se lesione un costalero pero si fuese así que se haga el menor daño posible, porque esos barcos pesan todos, o esos palios con sus candelerias encendidas pesan todos. Y esas bambalinas nos gustarán más a unos que a otros que se muevan más o menos pero esos palios a esa altura pesan mucho y dan mucha leña.
Así que los señores de negro, los CAPATACES, ole sus reaños para conjugar todo esos factores y que nos deleiten con sus maneras viendo como mandan, ordenan o dan instrucciones a sus costaleros. A mí me gustan los capataces serios y los menos serios, también. A mí me gustan los capataces alegres y los menos alegres, también. A mí me gustan los capataces que dedican levantas y los que dedican menos, también. A mí me gustan los capataces que se dejan la voz, la salud y el alma y no conozco ninguno que no lo haga, también. Te podrán gustar más o menos las formas y maneras de unos y de otros, porque por tu afinidad te vincules más a unos que a otros, también. Así que yo mientras pueda seguiré disfrutando y seguiré aprendiendo de cada uno de ellos porque me seguirán enseñando tanto cosas buenas como menos buenas.
Y para acabar buscando videos por internet veo la levantá de un paso de Sevilla, dónde su capataz, al cual le doy las gracias desde aquí, se acordó de dedicarla a las asociaciones de epilepsia y de esclerosis múltiple, gracias a D. Juan Manuel Martín, capataz del Señor de la Salud, “el Manué”. Esas asociaciones hacen mucho por los enfermos que tenemos esta desgracia de tener que convivir con estas enfermedades a pesar de que el Ayuntamiento de Córdoba les quite la ayuda o subvención, como han hecho, para cubrirse de gloria.
Pachi Giraldo
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