Redacción. Se ha convertido en una tradición inexcusable para los cofrades cordobeses acudir a la llamada de la Reina de los Ángeles cuando Ella decide pisar las piedras de Capuchinos cada primavera, entre el fervor de sus hermanos y un pueblo anhelante de marchas e incienso. A eso de las ocho y media de la tarde se abrieron las puertas del convento franciscano para que el cortejo de la Hermandad del Císter comenzase a inundar las calles del Barrio de Capuchinos de ese sabor inconfundible que se halla ligado de manera inseparable a la hermandad que viera la luz en el inolvidable convento cisterciense de la Plaza del Cardenal Toledo, adonde muchos acudimos a rezar a la bellísima imagen que tallase Antonio Eslava Rubio a mediados de los setenta, mucho antes de que la corporación tuviese la feliz idea de que ocupase el lugar que le corresponde actualmente en el calendario de Glorias de la ciudad de San Rafael, un calendario que paulatinamente y gracias al ingente esfuerzo de unos pocos comienza a tener la categoría que merece una ciudad con la tradición cofrade que se le presupone a Córdoba.
Nuestro compañero Antonio Poyato recogía alguno de los mejores momentos de un acto que nos dejaba imágenes, sonidos y sabores de la mejor Córdoba posible. Disfruten.
Recordatorio Una Reina para una tarde de Mayo