Blas J. Muñoz. La mañana del Domingo de Pentecostés cierra -o pone el broche- a siete días intensos en que una hermandad cordobesa ha transitado por todas las parcelas que la ocupan. La fundamental, la del Nazareno, se ha atestiguado en la exposición que comenzaba el pasado día 8 y que cerraba sus puertas al llegar Pentecostés como un anuncio certero de la Buena Nueva.
Con un cuidado cortejo al que se mima desde todos los ámbitos de la corporación, la muestra que hemos podido contemplar viene a suponer el corolario feliz de un Martes Santo que, en cierta medida, se anunciaba y comenzaba con la Exaltación al Nazareno, durante la pasada Cuaresma.
Un recorrido de los días que se proyectaba en el anuncio -no sabemos si será el único o nos aguardan otros- de un nuevo capítulo en el apartado musical de la cofradía de Capuchinos. Cerrado el brillante ciclo junto a la Banda de Cornetas y Tambores Esencia de Sevilla, el anuncio del acuerdo con San Juan Evangelista abre una nueva etapa en la que la formación de Triana deberá dar continuidad a un periodo tan brillante como el concluye.
El que sigue teniendo plena vigencia y actualidad es el de la Banda de Música María Santísima de la Esperanza junto a la cofradía seráfica. Y es que la formación de San Andrés se ha convertido, por méritos propios, en la banda que acompaña a la corporación en sus grandes actos. Tal era el caso de la Reina de los Ángeles de Gloria en su salida de este sábado, donde formación y hermandad daban la medida auténtica de una feliz unión que sigue admirando a la Córdoba cofrade.
Una semana, la de la Hermandad de la Sangre, que quedará para siempre inscrita en su memoria emocional.
Foto Jesús Caparrós
Recordatorio Una Reina para una tarde de Mayo