Blas J. Muñoz. Viernes noche, a la espera de los fuegos que oficialicen el comienzo de la Feria de Nuestra Señora de la Salud, un elevadísimo número de jóvenes ya se halla dispuesto en el Mirador del Río (botellódromo para los más castizos), formando una hilera más que considerable que, por metros, no llega a la Iglesia de Santiago.
Pese a que se pueda tildar de exageración, las imágenes hablan por sí mismas. Es más, la preocupación por la pérdida del sentido tradicional de la celebración, centrada en determinado tipo de casetas, ya parece parte del pasado en comparación con esta manifestación que, cada año, va aumentando en adeptos.
Más allá de la manida excusa de los elevados precios en el interior del Arenal (no deja de tener su dosis de certeza esta aseveración), no deja de ser cierto que, desde la autoridad local, parece haberse mostrado una permisividad y una anuencia notables hacia este tipo de actos que, a la poste, no hacen sino desvirtuar aun más la fiesta. No en vano el propio Aumente decía hace unos días en una entrevista concedida a Diario Córdoba al respecto que el botellón "ya forma parte de la Feria y, llegados a este punto, creo que lo mejor es que estos jóvenes estén en las mejores condiciones, porque si lo eliminas se extendería por toda la Feria y ocasionaría más problemas". Ahí queda eso.
Viernes noche, frente a la portada se muestran pancartas en favor de los refugiados, lastima que se confunda el escenario y donde verdaderamente se puede luchar por las víctimas de los conflictos no se haga. Comenzando por las manifestaciones, etc.