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jueves, 5 de mayo de 2016

La Crónica: Hacia la Tierra Prometida


Guillermo Rodríguez. El gris del cielo y la incipiente llovizna con la que se desperezó la tarde del jueves, hacía imposible presagiar que el sol lograría abrirse paso para acompañar al Simpecado de Córdoba en su peregrinar por las calles de la ciudad de un San Rafael que ya se ha subido a la carreta para acompañar y proteger a los rocieros cordobeses rumbo a las marismas de Almonte. 

A las cinco de la tarde, San Pablo era un hervidero de ilusión, nervios y ansiedad por lo que estaba a punto de acontecer. La misa de romeros, se convirtió en una sencilla y emotiva ceremonia, en la que tuvo lugar la ofrenda de un nuevo broche de brillantes con la palabra Córdoba y un nuevo cáliz como obsequio al capellán de camino, y que sirvió de necesario preámbulo y preparación para una tarde intensa en la que Córdoba volvió a demostrar que el Rocío ha calado con fuerza en el espíritu de la ciudad.


Alrededor de las 18:15, las puertas del hogar claretiano se abrieron de par en par para que el cortejo tomase las calles rumbo al mayor templo de la Diócesis. A las puertas de San Pablo se produjeron dos momentos especialmente significativós. Por un lado, el esperado estreno por parte de la Agrupación Musical Cristo de Gracia de la marcha “Rocío, Esperanza y Madre Nuestra”, compuesta por Manuel Roldán, director de la agrupación, en una muestra de sincero agradecimiento al Rocío de Córdoba, y consecuencia de la estrecha vinculación existente entre la formación del Alpargate y la hermandad. Un estreno que no dejó indiferente a nadie y que provocó la sincera satisfacción entre los cientos de asistentes que, a pesar de ser laborable y de que la presunta inestabilidad inicial no permitía esperar que el firmamento se tornase en tonos azules, se dieron cita en masa a las puertas del templo.

El otro momento especialmente señalado del inicio de la procesión tuvo lugar a las puertas del Ayuntamiento cuando la alcaldesa Isabel Ambrosio hizo entrega de un ramo de flores al Simpecado en nombre del pueblo de Córdoba, tras la entronización del mismo en una carreta que lleva camino de convertirse en un orgullo para todos los rocieros cordobeses.

Tras la despedida del Ayuntamiento, el cortejo emprendió la marcha camino de la Judería por la Calle de la Feria, entre un considerable gentío que deseaba ser partícipe de un momento que cada año se convierte en único e irrepetible. A las puertas de San Francisco, las hermandades de la parroquia esperaron el paso del Simpecado para presentarle sus respetos al tiempo que trasladaron a los rocieros sus mejores deseos con vistas al camino que acaba de comenzar.


El nutrido cortejo, anunciado por los inevitables e inconfundibles cohetes y formado por caballistas y romeros de a pié, que contó con la representación de la Esperanza, la Cena, Expiración, la Paz y la hermandad del Rocío de Jamilena, continuó su caminar por Cardenal González precedido magníficamente por la Agrupación Cristo de Gracia cuyos sones ejercieron de contrapunto al ancestral sonido de flautas y tamboriles que presagiaban la llegada del Simpecado.

A las 19:30, con puntualidad británica, la procesión accedió al Patio de los Naranjos para que el Simpecado recibiera en el altar mayor de la Santa Iglesia Catedral la bendición del Obispo Demetrio, quien visiblemente emocionado reconoció haber cumplido un sueño al predicar un día de la Novena que Almonte consagra a Nuestra Señora del Rocío. Un paso de la comitiva por el Patio de los Naranjos que siempre regala maravillosas imágenes para el recuerdo.


Tras la obligada y simbólica pará en la Catedral, el cortejo reanudó su marcha atravesando la Judería rumbo a Miraflores donde como cada año se rezó la Salve en honor de la Blanca Paloma ante el monumento de la imagen que existe en los Jardines de la Virgen del Rocío y posteriormente en la Iglesia de San José y Espíritu Santo, en un sencillo acto que se ha convertido ya en tradicional y que supone la simbólica despedida de la ciudad de Córdoba por parte de una Hermandad que ya camina rumbo a la Tierra Prometida para ofrecerle a la Madre de Dios el cariño de un pueblo que hoy ha vuelto a demostrar que hace tiempo que se convirtió en rociero.


Fotos Jesús Caparrós









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