De nuevo mi ciudad se volverá a vestir con sus colores más alegres para despedirte. Usará su mejor perfume y presentará su mejor sonrisa.
Córdoba de nuevo de rendirá ante Ti, Madre mía. Tú que eres universal y Madre de todos. Córdoba de nuevo volverá a prender de tu saya todas sus peticiones y agradecimientos.
Córdoba una vez más saldrá a tu encuentro. Un encuentro que el Pastorcito espera impaciente, pues sabe que con las campanas y cohetes de Córdoba, empiezan a salir los romeros, y pronto estarán todos junto a Él en aquella tierra prometida.
Mientras ese momento llega, su Madre, nuestra Madre, le vuelve a contar que Córdoba es la que hace el camino más largo. Que se adentra en la campiña. Que sigue el Guadalquivir hasta su paso por Coria, pero que antes se detiene, para expandir su devoción en La Carlota, La Luisiana y Fuentes de Andalucía, donde reciben el amor de Cristo a través de la mirada de sus monjitas.
Que en Coria cruzan el río y buscan una Estrella que les guíe el camino junto al carretero. Los rocieros de Córdoba sueñan cada noche con el cruce del Quema, donde de revivirán los momentos de bautismo en el Jordán. Saldrán anhelando la caída de la tarde y presentar ante la Hermandad de Villamanrique, donde los bueyes subirán los escalones de la parroquia de La Magdalena entre palmas, vivas, campanas y oraciones.
Rocío también le cuenta al Niño que esa noche será de nervios, que los de la tierra de Julio Romero piensan en ese sendero de sueños llamado Raya Real y con el paso de aquel puente de madera que abre las puertas del cielo, su casa. Y le dice que pronto, muy pronto se acercarán hasta su casa, por lo que se tiene que estar quieto y no ensuciarse ni estropearse el traje.
Rocío le sigue contando, mientras el Divino Pastor se asoma para ver por donde llegan los romeros...
Raquel Medina