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jueves, 19 de mayo de 2016

Verde Esperanza: Tocando a los intocables


Quizá una de las noticias cofrades del año en lo que se refiere al martillo es la destitución de Antonio Santiago como capataz de la Hermandad de la Paz de Sevilla por la “pérdida paulatina de confianza” en él, tal y como señalaba el comunicado de la corporación del Domingo de Ramos hispalense.

No soy quién para opinar de Antonio Santiago como persona, puesto que, evidentemente, no he tenido ningún trato con él más allá de escucharle dar una conferencia sobre el costal en mi ciudad. Con respecto a su faceta de capataz, está a las claras que ha tenido sus aciertos y sus errores -como todo el mundo-, puede gustar más o menos su forma de llevar los pasos, pero indiscutiblemente es un gran capataz. Tampoco es que un servidor entienda demasiado del tema del martillo. Sin embargo, sí que me atrevo a juzgar hechos, como cuando evitó que una petalada cayera sobre el palio de la Paz o cuando abroncó a la Agrupación Musical de la Encarnación por tocar, según él, el Himno Nacional antes de tiempo. Son gestos que en cualquier otro sitio pasan desapercibidos, pero que en la mediática ciudad de Hispalis tienen su eco –a la vista está, cuando la Hermandad ha tomado cartas en el asunto-. Quizá hasta pudiera tener razón en el fondo de las cuestiones, pero a todas luces las formas de comportarse distan mucho de alguien que pasea la fe por las calles. Con respecto al tema de la pedida de matrimonio durante la estación de penitencia de la Hermandad de la Resurrección de Sevilla, al no haber constancia documental de los hechos, simplemente puedo decir que, de ser cierto, sería una aberración impropia de un capataz. De hecho, me cuesta pensar que el asunto sea como relatan varios testigos. En definitiva, pones todos estos detalles, y otros más, en conjunto, y el resultado es bastante negativo. A pesar de la inmensa cantidad de cosas que haya hecho bien, son una serie de tachones que enturbian su trayectoria. Sin embargo, he de decir que la carta que remite a los costaleros de la Paz después de darse a conocer su destitución es muy madura, y da cuenta de un capataz entregado a su cuadrilla, y comprometido con los que eran los titulares que llevaba por las calles el Domingo de Ramos. Quiero pensar, y pienso, que no es simplemente lo que es conocido como “postureo”.

Existe una élite en este ámbito de lo cofrade que parece caminar por las Cofradías con una especie de aura de impunidad absoluta, pudiendo hacer y deshacer al gusto sin que nada ni nadie se pueda atrever a ponerles un pero. Quizá Santiago era y es el perfecto exponente de ello, en un entorno, como es el cofrade, paradógicamente muy dado a endiosar lo mundano, ya sean capataces, costaleros, hermanos mayores, bandas, solistas de bandas… Es lo habitual, sucede en cualquier estrato social y las Hermandades no iban a ser menos. En cuanto alguien destaca por encima de los demás parece tener un imán de palmeros que alaban cualquier decisión y forma de actuación que tenga, incluso intentando justificar lo injustificable en ocasiones. Y lo más normal del mundo es que ese alguien termina por creerse por encima de la ley, y pensar que, en lugar de hablar y actuar, está sentando cátedra. Es la élite de los intocables.

Decía anteriormente que Santiago es un gran capataz, y por supuesto lo mantengo –faltaría que cambiara de opinión de un párrafo a otro-. Pero siempre he pensado que en ciudades como Sevilla es relativamente fácil hacer las cosas. Lo digo en el sentido de que allí las trabajaderas están perfectamente medidas y son inamovibles, los costaleros suelen saber lo que se hacen y, ante cualquier problema o dificultad –por ejemplo, no igualar-, el costalero de turno se tiene que ir a buscar palo a otro lado. Por supuesto que hay otro tipo de complicaciones, como puede ser la asfixiante presión mediática o la continua exigencia de que todo salga de diez sobre diez, pero sí digo que me gustaría ver, no sólo a Santiago, sino a muchos de los capataces “estrella”, dando el callo en Hermandades “pequeñas”, con no más de diez o quince relevos y teniendo que hacer malabares para igualar a las cuadrillas.

He de reconocer que no pensaba que se fueran a atrever con Antonio Santiago destituyéndole de esa manera, e incluso manifestando abiertamente una pérdida de confianza en él. Y hay rumores de que quizás la Paz no sea la única Hermandad que tome medidas en esta dirección. Decir que me alegro de la destitución de Santiago sería una injusticia hacia su persona y hacia su trayectoria, pero sí digo que me causa una cierta sensación de alivio comprobar cómo los intocables dejan de serlo. Quizá sea algo positivo para la Semana Santa en general, incluso para ellos en particular. No hay que olvidar que la autocrítica es uno de los componentes claves del progreso.


José Barea




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