Esther Mª Ojeda. A través de su página oficial en internet, la Diócesis de Córdoba compartía con todos nosotros en el día de ayer la noticia de la celebración de la Dedicación de la Catedral que tuvo lugar en el propio templo. El día escogido para ello se debe a que fue precisamente el día 18 de mayo de 1146 cuando se festejó el primero de estos actos, presidido por D. Raimundo, arzobispo de Toledo – también administrador apostólico de la diócesis cordobesa – y que se produjo como consecuencia de la entrega de las llaves de la ciudad de Córdoba con que Ibn Ganiya obsequió a Alfonso VII. Sin embargo, el inicio de este período se vio interrumpido en muy poco tiempo por una nueva ocupación musulmana que recuperó la Mezquita para su culto religioso.
No obstante y como todos sabemos, el curso de la historia cambió de nuevo cuando finalmente Fernando III el Santo recupera Córdoba en 1236 y con ello decide utilizar la Mezquita para el culto católico dando lugar a una segunda ceremonia en el Templo Mayor ya bajo la advocación de Santa María.
La celebración llevada a cabo en el día de ayer se suma a una tradición que la Diócesis ha venido manteniendo a pesar de los últimos tiempos en los que la titularidad del templo no ha estado exenta de una eterna polémica que sigue levantando ampollas en cuanto a la gestión y el mantenimiento a lo largo de la historia por parte de la Iglesia. Polémica que se ha extendido hasta el límite de poner en tela de juicio la denominación con la que se da a conocer el templo, dando lugar a un sinfín de conversaciones en las que muchas personas han perdido el sueño pensando si habría de llamarse Mezquita, Catedral o aunar los dos términos en uno para zanjar un debate que nunca existió realmente.