"El Cristo es el puente que une al barrio con la iglesia. El otro día
cuando fuimos a ver a personas ancianas y enfermos a sus casas con
motivo del día del Corpus, me encontré con una mujer que vive sola que
camina agarrada a un bastón en unas condiciones precarias y se cayó en
el cuarto de baño. Lo que me dijo que le dio fuerzas para levantarse fue
que lleva una foto del Señor en el bastón. Me dijo que se agarró al
Señor y Él fue quien le ayudó a levantarse. En el barrio todo el mundo
tiene presente al Señor aunque no sea de la hermandad y por supuesto
todo el mundo opina. Si le llevas a la Catedral unos días para salir de
allí todos opinan porque es a su Padre a quien te llevas".
La
vida está llena de gestos sencillos que determinan la existencia y
obran grandes milagros. Cuando leía la entrevista de Guillermo Rodríguez
a los dos últimos hermanos mayores de la Agonía y Carlos Recio narraba
la historia de esta anciana, para qué nagarlo, supuso para mí uno de
esos momentos que te jusfican lo que sientes, lo que significa tu
devoción y, dicho coloquialmente, lo que hace que esto valga la pena.
No
pude evitar, mientras leía, poner cara a esa mujer anónima con una tan
familiar como la de la "culpable" de que me gusten tanto las cofradías.
Desde mi antifaz, mis ojos buscaban los suyos cada mañana de Viernes
Santo y, mientras ella lo miraba a Él, yo la miraba a Ella. Buscaba
explicaciones de las que, solo con su ausencia, encontré la respuesta
que tenía en mis narices y fui tan torpe.
Y esa
respuesta no se halla en una mera cuestión antropológica, concebida
desde corrientes de pensamiento que inciden en los prismas culturales y
sociales heredados. Se trata de que los dos mirábamos lo mismo sin, al
menos, saberlo un servidor porque ella seguro que lo tenía claro. Lo
mirábamos a Él, yo a través de ella, porque hay una luz que solo te
ilumina desde la fe, por más que el miedo y la duda te asalten son
moradas en las que hay que pernoctar. Y parte de esa luz, por suerte
para nosotros, la traen las cofradías.
Blas J. Muñoz
Foto Álvaro Córdoba Hinojo