Finaliza el verano y con la vista puesta en un horizonte cercano repleto aún de salidas, extraordinarias, magnas y coronaciones, muchos son los cofrades andaluces que empiezan a preparar los aperos para el nuevo curso cofrade.
Aún recuerdo como hace no tantos años, había hermandades que suministraban las ropas o equipos a los costaleros prácticamente en su totalidad y sin coste alguno para él. Costal, morcilla, faja y camiseta eran regalados con un único compromiso adquirido por las partes, el trabajo bajo las trabajaderas de sus titulares. El único gasto por parte de estos costaleros de entonces se centraba en unas zapatillas humildes de esparto y unos pantalones o pantaloneras que igualarán el color bajo las gualdrapas del paso.
Mucho ha llovido desde aquellos días, y hay que reconocer que para bien, en la mayoría de los casos, ya que pocas eran las hermandades que cuidaban de la uniformidad por aquel entonces.
Esa uniformidad suministrada por las hermandades, era una ventaja añadida a la hora de las igualas, ya que morcillas, costales y zapatillas, estaban confeccionados con las mismas medidas y tejidos, lo que hacía que todos partieran del mismo patronaje, no modificándose de ninguna manera la altura a cerviz por elementos externos.
La evolución de los tiempos y el auge en el mundo del costal dieron paso a nuevas formas de actuar por parte de las hermandades y de los costaleros. Las primeras van dejando de proporcionar ropas por temas económicos y porque la demanda de sitio para formar parte de algunas cuadrillas comienzan a superar a la oferta, a la vez y debido a este boom, se van tomando medidas para homogenizar la uniformidad de sus cuadrillas que en muchas ocasiones incrementan el coste de estas. En el caso de los costaleros, comodidad y calidad priman, haciendo que cada cual vaya adquiriendo de manera individual los aperos de labor que más se adaptan a sus formas de trabajo y gustos. Es aquí cuando, modas, estilos y accesorios inundan el mundo del costal, algunas de estas modas han contribuido sin duda a una mejora en el trabajo u oficio, otras, exclusivamente estéticas, no han aportado nada a la técnica y si a la crítica y controversia, dañando en algunos aspectos la imagen actual del costalero.
Sea como sea, lo que está meridianamente claro es que la adquisición del equipo de costalero genera una inversión importante para el mismo, ya que el coste medio varia bastante en función de la calidad y de los accesorios que cada uno quiera adquirir. Partiendo de la base de una indumentaria básica: zapatillas, pantalón, faja, camiseta y sudadera, morcilla y costal, el precio pueden rondar entre los 80 y los 150 euros.
Cabe resaltar, que a pesar de la carga económica, a pesar de las cuotas extras y exigencias de algunas hermandades respecto a obligatoriedad de ser hermano y pagar papeleta de sitio, a pesar del tiempo y de las modas, podemos afirmar y decir bien alto que en la mayoría de los casos el costalero sigue fiel al compromiso adquirido, con su cuadrilla, con su capataz, con sus hermanos y con la Fe, e igual que antaño, es un compromiso firme, verbal y sincero. Muchos conocimos las vacas flacas y hoy nos alegramos de este “boom”. Algunas cosas se hicieron bien en el pasado y hoy recogemos sus frutos, pero la abundancia de hoy no implica eternidad. Recorridos eternos, presión económica, compromiso perpetuo, obediencia ciega, y poco reconocimiento, (basta con una misiva de agradecimiento) pueden ser causa de una reversión.
Será también interesante estudiar detenidamente cual o cuales fueron las causas para que hoy tengamos la suerte de disfrutar de esta “bonanza costaleril” y extrapolar esas medidas a nuestros cuerpos de nazarenos, por desgracias, cada vez menos comprometidos y famélicos.
Manuel Orozco