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miércoles, 24 de agosto de 2016

De trama simple: Politizar lo divino


Por opinar, opino, por escribir escribo. Y es que ante ofensa y ofensa de uno y otro partido, entre cantar y cantar, la canción y su estribillo, van nuestros gobernantes macerando su destino, destruyendo lo ya hecho, castigando lo divino, politizando nuestras vidas, creencias y destinos.

Y esto que pasa en política, pasa también entre amigos y entre cofrades, ya digo… Y cuando el poder ya se roza y se reciben carguillos, hasta se les cambia el gesto, y se les olvida lo dicho.

Los caminos se retuercen, el poder marca su sino, los comentarios escuecen y hacen que se levanten cuchillos. Si se ofende con el verbo y se enrarece lo oído, pues se complica lo dicho hasta convertirlo, en intolerante estribillo. Y es que, la intransigencia, a veces en palabras de corrillo, corre como la pólvora más si va en un sentido. Y tanto ofende el verbo, según el contexto sea dicho, que puede encender en ira, hasta el más humilde chiquillo. Y mientras en la calle se oye la queja con dulce gemido, pero “si es que todo lo tocan, no dejan nada tranquilo” más dura es la frontera, si la iglesia está en lo dicho.

Pero poco humildes seremos si a la hora de apoyar, desde nuestros foros mismos, lo hacemos por aparentar. Ceder por obligación, donar por necesidad, no exime nuestras culpas ni nuestra misión de verdad. Las cofradías son armas para reunir a los fieles, para enseñarlos a orar, y si nuestro destino se queda, tan solo en escenificar, ¡dejémonos de parodias y de fallas vayan ya! pues aunque de origen divino y aunque grandioso lo hagamos, es un sin sentido procesionar por teatro, y más sin sentido es, politizar lo divino, que es caer en un error igual que dar un cuchillo a un suicida o un arma a un agresor.

Manuel Orozco







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