Esther Mª Ojeda. La devoción a la cordobesa Virgen de la Paz es algo palpable en la ciudad, en la cotidianidad que inunda el día a día. Es algo que se deja sentir no solo al paso del blanco palio en medio de la oscuridad de la noche del Miércoles Santo. La veneración a la “Paloma de Capuchinos”, como la quiso llamar el pueblo, se extiende más allá de los muros del Convento del Santo Ángel, proyectándose en el blanco inmaculado de la plaza que preside el Cristo de los Faroles.
Como una perpetuación más de ese sentimiento, la ilusión ha hecho presa en los fieles de la Virgen de la Paz ante la perspectiva de la Coronación Canónica que hace apenas unos días comenzó a andar tras su aprobación. Un acontecimiento que está llamado a ser el culmen del arraigo devocional con el que cuenta la bellísima dolorosa de Martínez Cerrillo, haciendo con ello justicia a toda una tradición llena de multitudinarias visitas, cariño y emotivos momentos que han definido la historia de Nuestra Señora de la Paz y Esperanza en la ciudad de Córdoba.
Precisamente haciendo alusión a esa conmovedora trayectoria, cabe utilizar el presente como un nexo entre pasado y futuro, a través del que quepa recordar las otras coronaciones con las que los cordobeses quisieron homenajear a la dulce Virgen de Capuchinos. Para ello, hay que trasladarse hasta el año 1977, en el que la hermandad quiso regalar a su querida titular una corona que simbolizase el afecto y devoción que sus fieles le profesaban, de modo que para ver ese deseo convertido en realidad se puso en marcha una exitosa campaña de donaciones.
La veneración del pueblo cordobés se vio materializada en un acto celebrado el 23 de enero del 77 con la imposición de una magnífica corona por parte de Fray Santiago Díaz Valladares – por aquel entonces Guardián del Convento del Santo Ángel – y primorosamente realizada por Manuel de los Ríos en una jornada marcada por la masiva asistencia de devotos que quisieron arropar en tal ocasión a la Paloma de Capuchinos y que concluyó con la entrega a la hermandad, por parte de Fray Ricardo de Córdoba, del título de franciscana.
La segunda coronación de la etapa contemporánea de la dolorosa capuchina, por así decirlo, más reciente en la memoria colectiva, se produjo el 27 de enero de 2013. En esta ocasión se trataba una vez más de la donación de un hermano convertida en una hermosa pieza de plata que seguía el estilo trazado por el manto adquirido en 2009 y el nuevo palio estrenado en 2012. La corona diseñada por Jesús de Julián y ejecutada por Emilio León se transformaba en un nuevo reclamo durante la función principal que tomaba nuevamente como escenario la sede de la Hermandad de la Paz, poniendo así la guinda al triduo desarrollado durante los días anteriores y ante los ojos de los devotos encargados de seguir inmortalizando la infinita devoción a la Reina de la Paz.