Suspira el querubín sobrevolando plazas antiguas de albero y picón por quienes juegan a dos bandas con domingos que no son solamente suyos. Suspira por quienes buscan la gracia de la resurrección bordeando el límite entre lo oneroso y lo simbólico y por los nazarenos que esperan y desesperan.
Suspira el Ángel divertido porque sabe que veinte más cinco son veinticinco y con consortes cincuenta y con amigo setenta y cinco y porque el secreto discreto susurrado al oído, ni es susurro, ni es discreto ni mucho menos secreto.
Suspira enternecido por quien creía que invitando a un ángel a salir del Paraíso el Edén mutaría en Purgatorio, sin medir que el Paraíso siempre es Paraíso por más que un ángel decida abandonar sus alas por el árbol de la abundancia. Suspira por quienes cambiaban sintagmas y ahora se preguntan por qué nada ha cambiado.
Joaquín de Sierra i Fabra