Eva Martín. Hablar de Manuel Jiménez es hacerlo de un artista en toda la extensión de la palabra. Porque arte es lo que nace de sus manos cada vez que su privilegiada sensibilidad logra lo que para el común de los mortales resultaría inaccesible, inabarcable e imposible. Ser capaz de crear, enaltecer la dulzura de una dolorosa y sacar el máximo partido de la belleza emanada de la gubia de un imaginero. Todo ello lo alcanza Jiménez en cada una de sus creaciones efímeras, que lo son porque no permanecen físicamente en el tiempo, aunque sí se conserven para siempre en la memoria colectiva.
Una capacidad estética y técnica que despliega cada vez que sus manos han construido una nueva maravilla de la que la Virgen de las Angustias, la Esperanza del Valle, la Concepción o María Santísima del Amor, entre muchas otras, han sido siempre la indiscutible protagonista.
En esta ocasión la hermosa dolorosa de Juan Ventura, la Reina de San Fernando, luce encaje de punto de aguja, manto de terciopelo negro y saya, fruto de una donación de los noventa, ejecutada por Francisco Pérez Artés bajo diseño de Fray Ricardo de Córdoba, con los que Jiménez logra una conjunción perfecta que es un deleite para los sentidos.
Fotografías Paco Afán
