La Saeta. Julio Romero de Torres (1918) |
Antonio Machado dejó en herencia para la Semana Santa un poema que ha servido de icono para cofradías como Los Gitanos, que la han adoptado como himno. Ahora, que se cumplen 75 años de la muerte de este insigne poeta sevillano, descubrimos el origen de la famosa marcha a la que le dio música Joan Manuel Serrat.
«La saeta» es uno de los poemas más hermosos de «Campos de Castilla», que remite al cante popular y a la Semana Santa andaluza, pero encerrando un sentido mucho más profundo. En estos versos Machado ofrece su visión particular de la religión, alejándose de esa imagen del Cristo sufriente. Él prefiere al «que anduvo en la mar», es decir, que se decanta por el Jesús hombre, el que realizó los milagros, y no tanto por esa imagen de Cristo sangrante que se rememora cada año en Semana Santa.
Este famoso poema fue musicado posteriormente por Joan Manuel Serrat, dándole un carácter universal cuando publicó su disco «Dedicado a Antonio Machado, poeta», en 1969. Esta música de Serrat se adaptó años más tarde como marcha procesional. Al principio la tocó la banda de las Angustias a mediados de los ochenta, pero pasó desapercibida.
Sin embargo, en la Cuaresma de 1988, la Agrupación Musical de Jesús Despojado la interpretó en una salida extraordinaria de este Cristo por el 50 aniversario fundacional. La marcha sonó justo enfrente de la puerta de la iglesia de San Román, antigua sede de la hermandad de Los Gitanos. Al año siguiente la grabaron en un disco y esta versión fue ya la que se hizo mundialmente famosa. El círculo se cerró y los versos de Machado volvieron a revertir en la Semana Santa, siendo actualmente una de las marchas más tocadas en toda Andalucía.
¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!