Introducción
En una aproximación a la marcha procesional del Maestro
Rodríguez en el centenario de su nacimiento, nos llama poderosamente la
atención que la primera marcha procesional para Semana Santa, nacida en nuestro
pueblo (Cabra), venga de sus sabias manos e inspiración. Resulta, cuanto menos raro,
por no decir inexplicable, que un pueblo con las profundas raíces históricas de
su Semana Santa, y la dilatada trayectoria de su banda de música, no tenga a
día de hoy documentada ninguna marcha procesional con anterioridad (salvo los
tradicionales pasacalles, que, obviamente, no se ajustan al tipo de marcha de
procesión)
Puede caber esta posibilidad, claro está. Antes los
repertorios de nuestras bandas eran, por norma, mucho más pequeños que
actualmente y la demanda de nuevas composiciones no se asemejaba, para nada, a
la de hoy. Las necesidades musicales de las hermandades de antaño no lo eran
tanto como las actuales. La música, en general, no tenía un papel tan
determinante, ni se cultivaba con tanta profusión como en la actualidad. Pero
desde la segunda mitad del siglo XIX ya sonaban marchas procesionales en Semana
Santa, nuestra banda estaba en plena actividad (con sus altos y bajos) y las
primeras marchas se difundían lentamente por el resto de archivos de Andalucía.
Pero esta interrogante, tan llamativa, al menos para quien esto escribe, tiene
un análisis prolijo, con distintas conjeturas, que en este artículo no
corresponden enumerar.
Virgen de Piedra (1963): su primera marcha
En 1963 José Rodríguez López, el Maestro Rodríguez,
ostentaba ya la batuta de la banda municipal de Cabra, que con el paso de los
años sufriría unas alteraciones en su naturaleza jurídica, pasando a ser
sociedad y/o asociación instructivo musical con claras funciones y vocaciones
de banda municipal. Nuestra Semana Santa resurgía con la aparición de distintas
hermandades. Al repertorio de la banda municipal egabrense llegaban distintas
partituras de música procesional, especialmente de Ricardo Dorado o Mariano San
Miguel. Algunas conocidas composiciones sevillanas se introducían, de forma
discreta y lenta, pero iban copando poco a poco los atriles.
Hace cincuenta años nace la primera marcha procesional en el
seno de la banda de música de Cabra, que tengamos constancia hasta la fecha.
Curiosamente, esta primogénita composición no está dedicada a ninguna imagen
egabrense, sino lucentina. El Maestro Rodríguez tenía una estrecha relación de
amistad con Antonio Villa, conocido músico lucentino, de fecunda actividad,
que, junto con su mujer, en esos años eran hermanos mayores de una cofradía que
procesionaba a una Virgen de las Angustias, conocida como Virgen de Piedra. A
esta imagen y al matrimonio Villa-Serrano (tal y como reza en la partitura)
dedicó su primera marcha, una de las obras más bellas del acervo musical de la
Semana Santa lucentina y también una música inherente de la Semana Santa
egabrense, que se ha cultivado en nuestras estaciones de penitencia, año tras
año durante medio siglo, constituyéndose hoy día como una de las melodías más
especiales de la memoria colectiva sonora de nuestro pueblo.
En “Virgen de Piedra” el maestro se postula para posteriores
composiciones del género, como un compositor inspirado, capaz de generar
melodías conmovedoras, adornándolas y envolviéndolas en una armonía clásica y
sencilla, sin excesivos alardes, pero con seriedad y rigor.
La composición comienza con el tema principal, careciendo de
introducción. El autor dibuja una melodía muy clara, grave y lenta, con aire
misterioso, de profunda carga expresiva, que se desarrolla ampliamente en un
primer pasaje que se repite. La música se encomienda a la tensión y la
intensidad, aparecen mayores adornos melódicos y la banda entera, en tutti,
acomete pasajes en fuerte de forma transitoria, con las maderas dibujando
escalas de semicorcheas y los metales bajos anclando el discurso sólidamente.
Este pasaje transitorio, con ecos del primer tema en una melodía obsesiva y
bella que no termina de difuminarse, nos conduce directamente a una frase
enérgica en fortísimo, conocida como fuerte de bajos, donde al contrario de lo
que suele suceder, el peso de la melodía lo sostienen los metales bajos y el
acompañamiento rítmico lo hacen las maderas. En este pasaje precisamente el
maestro se deja imbuir por los giros de Cebrián, por ejemplo, en su marcha
“Ntro. Padre Jesús”.
Tras unos compases de fuerte carácter, aparece el trío
final, precioso episodio de cariz apacible y dulce, donde clarinetes y resto de
maderas entonan un canto de gran carga lírica. Este trío se repite terminándose
en el mayor de los casos la obra. Pero conviene subrayar que el autor concibió
la marcha con da capo, esto es, con una repetición de toda la obra desde su
comienzo hasta la anotación “fin”, que coincide precisamente con el último
compás antes del trío, donde, todo sea dicho, pareciera como si llegara a la
conclusión. Para acortar la marcha, normalmente no se hace este da capo, que
pretende reforzar el carácter tonal y la solidez estructural de la composición,
pero en las partituras así lo señaló el maestro.
Coincidiendo con el cincuentenario de esta marcha
procesional, recientemente fue interpretada por la formación de plectro
“Camerata Ipagro” de Aguilar de la Frontera, dirigida por el egabrense Antonio
Moral, en un concierto organizado por la Fundación Aguilar y Eslava con motivo
del Museo de la Pasión, interviniendo violines en el trío final.
“Martirio” (1969): tributo musical póstumo
Posiblemente nos encontremos ante su mejor marcha y una de
sus obras más destacadas en general. En ella el maestro, afligido por la triste
y accidentada pérdida de su hermano Vicente, consigue llevar a la partitura el
terrible dolor que le invadía y la pesadumbre del espíritu. El autor se
presenta aquí entregado al papel, sin estar sujeto a corsés ni límites en la
expresividad, cristalizando una partitura de gran carga emocional y musical,
conmovedora desde su inicio hasta el final, quizás la mejor conseguida desde el
punto de vista técnico.
Abren la composición unos acordes desgarradores en
fortísimo, creando una atmósfera tensa y épica, sobre la tonalidad de do menor
que enfatiza más si cabe la tristeza del músico abatido por el llanto. Se
anuncia así esta marcha de tintes dramáticos, solemne, embaucadora en su fuerza
y expresividad. La alterada y enérgica música del principio se torna, en el
mismo instante de iniciar la exposición del primer tema, en reposo y ritmo
acompasado. El acento doliente no se desvanece, sigue muy presente, pero hay
una necesaria calma en este pasaje nuclear de la obra.
A continuación, se retoma el fortísimo desgarrador, casi
obsesivo, como un nuevo grito del músico donde subyace de nuevo la
contradicción por la muerte de su hermano. Brotan acordes que parecen anclarse
al ánimo apesadumbrado del artista y una tenebrosa atmósfera alzada sobre un
rugido de viento metal que conmueve el alma. En este pasaje intermedio, a modo
de puente, la música experimenta una intensa modulación a do mayor, en un tono
brillante y apoteósico.
Será cuando aparezca el trío final, en modo mayor, con
cierto atisbo de luminosidad en lo que se puede antojar como una confesión del
propio autor en la esperanza de la resurrección. Clarinetes, fundamentalmente,
recitan una hermosa melodía tranquila, sosegada, que en su repetición se ve
desdoblada por unos preciosos repuntes de segundas voces, terminando la obra y
cerrando así una página musical de importantes emociones encontradas.
Quizás “Martirio” es la marcha egabrense más difundida en
banda de música fuera de nuestra ciudad, siendo tocada por distintas bandas de
otros rincones de Andalucía que de alguna u otra forma han estado o están
vinculadas a cofradías egabrenses, como la Banda Municipal de Rute, entre
otras. El año pasado fue interpretada por la prestigiosa Banda de Música del
Maestro Tejera de Sevilla en el concierto organizado por La Opinión de Cabra
con motivo del centenario de la fundación del periódico.
La prensa de la época se hizo eco de la nueva composición
del Maestro Rodríguez. Su estreno tuvo lugar en el Pregón pronunciado por D.
Ramón Martín Cartaya el 28 de marzo de 1969. Las crónicas decían: “Actúa de
nuevo la Banda de Música, para interpretar por vez primera, la marcha
procesional “Martirio”. La pieza, bellísima y que puede parangonarse con las
mejores del clásico y extenso repertorio de esta clase de obras musicales, fue
escuchada con verdadera delectación por el auditorio que premió con grandes
aplausos”. Este comentario responde al número 2381 de La Opinión (año LVII), en
el que también se señala: “Finalmente felicitamos a la Banda de Música en la
persona de su director Don José Rodríguez López y muy especialmente por el
estreno de la bella marcha titulada “Martirio” de la que es autor el Maestro
Rodríguez y que ha sido tan elogiada”.
Virgen del Socorro (1974): el telón musical propio del final
de la Semana Santa
Para la Semana Santa de 1974, el maestro Rodríguez, amigo de
más de un miembro de aquella Junta de Gobierno de la Virgen del Socorro, decide
componer una marcha a esta espléndida Dolorosa que en la postrimera noche del
Sábado Santo, pone prácticamente el final, las penúltimas luces de cera, a
nuestra Semana Santa. Así, tras décadas de notas abrochadas a la trasera de su
manto, “Virgen del Socorro” bien puede ser considerada como la música que nos
coloca en la despedida y la nostalgia por una Semana Santa que está cumpliendo
sus últimas horas.
“Virgen del Socorro”, estrenada en el pregón de la Semana
Santa de 1974 pronunciado por Francisco Carmona, es una marcha sobria, solemne,
sin apenas artificio, de sencilla y fácil melodía, sobre un ritmo acompasado y
regular. Una introducción, con secos y contundentes acordes del metal
alternados con breves fraseos de la madera, antecede al primer tema en el que
se despliega el primer canto melódico que nos viene a la mente con sólo
escuchar la primera nota. La melodía traza un hermoso discurso que se verá
interrumpido por la aparición de un segundo tema en fuerte, a modo de fuerte de
bajos, donde los metales destacan por encima de otros planos sonoros.
Todo desembocará en el inconfundible trío final, en el que
nuevamente el autor distribuye los instrumentos y diseña la música de una forma
parecida al primer tema, con una sucesión de tresillos de corchea que
conducirán hasta un final reposado y tranquilo, extinguiéndose en el acorde de
re mayor, en contraposición al carácter inicial de la composición, en un triste
y melancólico re menor.
Se tiene constancia de una versión realizada al alimón por
el maestro José Rodríguez y Sebastián Valero (importante músico de banda, de
amplia trayectoria en Aguilar de la Frontera). Ambos coincidieron en el tiempo
durante muchos años, dirigiendo las bandas municipales de Cabra y Aguilar de la
Frontera respectivamente. Esta curiosa versión, parece conservar el sello y
diseño melódico de la obra original, y en cambio presenta modificaciones en el
entramado armónico y contrapuntístico.
Cristo del Perdón (1990): su última marcha
Para comprender el origen de esta marcha, tenemos que
remontarnos a la Semana Santa de 1968, cuando el maestro Rodríguez escribe la
primera marcha, de la que se tenga constancia documental, dedicada expresamente
a una imagen de nuestra Semana Santa. Se trata de “Divino Cordero”, marcha
fúnebre tributada a Ntro. Padre Jesús Nazareno, que durante años se interpretó
por la banda egabrense tanto en actos previos a la Semana Santa como en las
estaciones de penitencia de las cofradías a las que acompañaba la formación.
Pero el maestro no debió quedar muy contento y al cabo del
tiempo dejó de tocarse, quedando la partitura relegada al archivo sin más uso
que el testimonial. Con motivo del XXV aniversario de la fundación de la
hermandad del Cristo del Perdón, surgió la posibilidad de cambiar el pasaje que
no terminó de convencer al maestro –el trío final- modificándose y
retitulándose con el nombre de “Cristo del Perdón”.
La marcha comienza con la exposición del motivo melódico
fundamental y capital para entenderla. Una melodía en registro grave que todo
egabrense reconoce e identifica. Esta introducción repite prácticamente la
misma frase, pero en una octava por encima conduciendo directamente a la
exposición del primer tema. En un carácter legato y sostenida por las maderas,
la música entra en un discurso solemne y envolvente, con leves repuntes de
fliscornos y trompetas enfatizando los crescendos. Tras su término, con
repetición incluida, aparece una frase puente o transitoria, en fortísimo, que
recoge la misma idea melódica expuesta en la introducción, pero en tutti (es
decir, toda la banda se encuentra tocando) Esta frase puente engarza nuevamente
con el primer tema, para luego desembocar en el trío final.
En este pasaje tiene lugar la modulación a modo mayor,
adoptando la música un cariz más vivo, tímidamente grácil. El trío se diseña de
una forma muy parecida al resto de sus marchas. Con la sencillez como
denominador común, la melodía es regida por el viento madera y en la repetición
aparecen fliscornos y trompetas para reforzar el canto que de forma elegante
nos lleva a la conclusión.
Como así ocurre en “Virgen de Piedra”, la marcha presenta un
da capo, de forma que vuelve a repetirse desde el principio llegando al último
compás justamente antes del inicio del trío final. Casi siempre, este da capo
se omite.
Si de estampas visuales y sonoras hablamos en nuestra Semana
Santa, sin duda la conformada por el Cristo del Perdón y su marcha es una de
las más características. Todo egabrense no concibe al Cristo del Perdón sin su
música, interpretada durante muchísimos años por la Banda Municipal de Rute, en
la madrugada ya del Sábado Santo.
Grabaciones discográficas
Todas las marchas del maestro se encuentran registradas en
estudio.
“Martirio” y “Virgen del Socorro” han sido grabadas en tres
ocasiones, en los siguientes trabajos: “Marchas procesionales Semana Santa de
Cabra” –cinta- (Banda de Música de Cabra, 1988); “Marchas procesionales” –doble
cinta- (Banda de Música de Cabra, 1992) y “Marchas procesionales egabrenses”
–CD- (Banda de Música de Cabra, 1996)
“Virgen de Piedra” y “Cristo del Perdón” en dos ocasiones.
Para la primera, en la cinta de 1988 y la doble cinta de 1992. Para la segunda,
en la doble cinta de 1992 y en el disco de 1996, que además sirvió de homenaje
a la figura del maestro por su fallecimiento meses atrás.
Agradecimientos
A la Banda de Música de Cabra, por ofrecerme su archivo para
poder acceder a las partituras de las distintas marchas.
Mateo Olaya Marín