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lunes, 19 de mayo de 2014

“Mi pregón será un monumento de amor a la Virgen de la Esperanza”


«Voy a decirle a la Macarena, con plena libertad, todo lo que no he podido decirle antes». El que pronunciará mañana Joaquín Caro Romero (Sevilla, 1940) en el Teatro Lope de Vega a partir de las 20.30 horas es el pregón que «llevaba queriendo dar desde hace 25 años». Según sus palabras, el pregón de cincuentenario de la coronación canónica de la Macarena será «un monumento de amor a la Esperanza», una exaltación de hora y media –algo más larga que su pregón de la Semana Santa del año 2000–, plena de emotividad, plagada de vivencias personales y de anécdotas y con un vocabulario cuidadísimo.

El joven periodista que vivió aquella coronación en la Catedral en el año 1964 como «meritorio» de la redacción de ABC –contaba por entonces con 23 años– anuncia además que el suyo será un pregón «atrevido» por la manera en que se digirirá a la Virgen. «Una de las sorpresas del texto puede ser la manera de dirigirme a la Virgen o de hablarle a la Macarena. La Virgen tiene dos naturalezas, como Madre de Dios y como mujer, pero que nadie se asuste: todo lo que voy a decir está respaldado por la Iglesia y tiene peso pontifical».


Caro Romero presume de ser «el único de los tres pregoneros» coronatorios que estuvo dentro de la Catedral aquel histórico 31 de mayo de 1964 cuando la lluvia obligó a suspender el acto programado en la Plaza de España. Con el cambio de planes a causa de la lluvia, al pregonero de la coronación, Antonio Rodríguez Buzón, no lo dejaron entrar en la Catedral por lo que no encontró mejor remedio que subirse a la fuente de la plaza Virgen de los Reyes para ver algo. Mientras que Montero Galvache, el pregonero del 25 aniversario de la coronación en 1989, ni siquiera estuvo en Sevilla ese día. Sin estar invitado a la ceremonia, Caro Romero confiesa que, en su mocedad, se coló en el interior de la Catedral fascinado por «un doble punto de atracción». A la par que contemplar a la Virgen, él se había acercado al templo metropolitano con la intención de ver a Inmaculada, aquella alumna interna de las Hermanas de la Cruz de sólo 15 años a la que había conocido el día anterior cuando su jefe, Francisco Otero, le mandó a entrevistar a la joven que, por delegación de la Compañía, actuaría de madrina de la coronación. Una historia de amor que empezó a fraguarse aquella misma tarde con la famosa foto con la que Rafael Cubiles inmortalizó a la pareja y que no empezaría a fructificar hasta tres años después, cuando la joven envió una carta de agradecimiento al periodista. «La única que conoce el pregón es mi mujer».

A pesar de haber contado con poco tiempo para trabajar este pregón, el poeta asegura que se ha volcado «día y noche» en su elaboración. «Para mí es como el pregón de mi vida. No voy a hablar del aborto ni de las elecciones europeas. Será un pregón macareno y cofrade esencialmente, y de mucha vibración. Un gran canto de amor a la Esperanza, lleno de claves y de nombres macarenos», en el que el autor promete incluso contar «una serie de verdades» sobre, por ejemplo, la trastienda del último traslado de la Virgen al Estadio Olímpico con motivo de la beatifiación de Madre María de la Purísima.

«La mujer y la juventud también tienen su sitio en el pregón, así como el pasado y el futuro de la hermandad». Tan celoso está del contenido de su pregón que ni siquiera la hermandad ha tenido acceso al mismo. Caro Romero no dará un solo respiro para la distracción. «Es un pregón sin relleno, sin espacios muertos, en el que la emotividad se sostiene desde el comienzo hasta el final». Conjugando la prosa y el verso, el hombre que probablemente ha construido los mejores poemas a la Macarena dictará un pregón «culto y popular a la vez, con una gran carga cultural pero al mismo tiempo accesible a todo el que lo escuche». Joaquín Caro Romero acude al Lope de Vega por tercera vez como orador. Ya lo hizo en 2002, cuando pregonó el centenario fundacional de San Roque y fue sacado a hombros, y también en 2003, cuando dio el pregón de la concordia entre el Gran Poder y la Macarena. «Aquella vez los que salieron a hombros fueron los langostinos que nos comimos en el Casino de la Exposición». Ahora está convencido de que no saldrá a pie del teatro.








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