Hoy dará el pregón de su vida, el
de los cincuenta años de la coronación de la Macarena. Una exaltación que
Joaquín Caro Romero siente casi «como una despedida, como un testamento». Soñó
con dar el pregón de la Esperanza hace 25 años, en las bodas de plata, pero
ahora incluso se alegra. No estaba «tan maduro» y siente que ganan tanto él
como el pregón tras esta espera, en la que se han sedimentado las vivencias de
su vida cofradiera, familiar e íntima, que estarán muy presentes en esos folios
en los que se ha «desnudado con el pudor del desnudo».
Desde el 26 de febrero de este
año, fecha en la que conoció la anhelada designación, Caro Romero se volcó en
cuerpo y alma en prosas y versos de un texto que ya, empujado e ilusionado por
propios y ajenos, había empezado en noviembre y abandonado después. Retomarlo,
utilizar incluso parte de aquel material, fue el comienzo de este pregón en el
que utiliza metros poéticos que no ha usado en su vida, relacionados con el
cante jondo, además de muchos octosílabos y endecásilabos, en mezcla clásica de
verso con prosa, que, recitará -algo que «no se aprende, que es innato»- a lo
largo de una hora y veinte minutos de pregón, que -afirma- «es ameno,
entretenido, en el que he querido cuidar la riqueza de vocabulario, el poderío
de la palabra». Y un ejemplo de cómo ha mimado el texto son las nueve horas y
media que pasó escribiendo uno de los poemas de once minutos de duración.
Reconoce el poeta que, gracias a
Inmaculada Rodríguez Guzmán, su esposa, que hace cincuenta años fue madrina de
la coronación por delegación de las Hermanas de la Cruz, «el pregón se ha ido
rematando, eliminando cosas que sobraban. Salió muy largo -dice- y he
prescindido de cuestiones políticamente incorrectas, aunque hay otras que están
implícitas porque forman parte de la historia de la propia Hermandad».
«Vivo para contarlo»
Lo más importante no es el tiempo
que ha echado en el texto, que seguirá retocando, cuidando, estudiando palabra
por palabra hasta el mismo momento de tomar el atril del Lope de Vega, sino «el
canto de amor a la Esperanza Macarena» que es el pregón, con el hilo conductor
de la coronación y las vivencias en torno a ella, porque -dice- «yo soy de los pocos que viven para
contarlo. No me lo han contando, lo viví, estuve allí aquel mayo de 1964».
«Ten cuidado, te puede traicionar
el corazón», han llegado a decirle al poeta, sabiendo de la implicación con el
pregón de su vida. Y sí, reconoce, «es de una enorme emotividad, pero no es
blando ni sensiblero. No toco los temas sociales pero los religiosos están muy
implícitos, incluido el Papa Francisco». Pero, aunque es «eminentemente
religioso», Caro Romero pone por delante que es «poeta, no cura» y «no voy a
convertir». Tampoco es una conferencia, aunque no habrá «aspavientos» ni poses
en «plan folclórico».
El poeta revela que en este
pregón, por supuesto, «hay alusiones a Sevilla, a la juventud, al mundo social
de la Hermandad, a situaciones, personajes macarenos, la mayoría desaparecidos;
a personas y profesiones, a las Hermanas de la Cruz, que tienen gran
protagonismo», y se cuentan «cosas novedosas, distintas, no fuegos
artificiales, y, aunque hay compromiso no es hiriente ni molesto para nadie».
También tendrá pinceladas de «verdades inamovibles sobre la situación del mundo
cofrade, con muchas referencias a las etapas históricas de la Hermandad».
Afirma Caro Romero que «sí se le
pueden decir cosas nuevas a la Virgen, incluso atrevidas, como a una madre o a
un amor». Y de ahí que revele que su pregón «es sensual, al estilo del soneto
de Miguel Hernández a la Inmaculada, modelo de palabra corporal» y que «se
fusionan cosas muy personales, porque la Virgen se identifica en mi corazón con
una mujer». Añade que «el pregón va a gustar mucho a las mujeres, porque hay
gran presencia femenina».
Hoy, a las ocho y media de la
tarde, en el teatro Lope de Vega, el hombre que siente que durante toda su vida
laboral y personal ha tenido al lado un ángel de la guarda; el poeta que en su
juventud se vio en las manos con el Premio Adonais, cuyos versos para la Virgen
recita toda Sevilla; el macareno que se emociona sólo de pensar lo que va a
decir desde el corazón y la pluma a la Esperanza, irá con la seguridad de no
equivocarse, de no defraudar, de llevar a Sevilla su amor a la Macarena con el
don de la palabra y el sentimiento.