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lunes, 19 de mayo de 2014

La Saeta sube al Cielo: A Tí, Patrón


Esta semana me gustaría dedicar estas líneas a un Santo que le tengo especial devoción, y por qué no decirlo también, cariño. 

San Isidro Labrador, patrón mío por partida doble. Primero por ser madrileña de nacimiento y segundo ingeniera agrónoma por vocación.

Muchos historiadores localizan su nacimiento a finales del siglo XI, pero no exactamente dónde. Los madrileños viven en perpetuo debate por querer ubicarlo en su barrio. Chamartín, Fuencarral, Carabanchel, Chamberí… en verdad nuestro patrón podía haber sido de cualquiera de estos distritos, pero lo que tenemos que tener en cuenta es que por aquel entonces Madrid era únicamente un pueblo, ya que en esos años de los comienzos de la reconquista y nacimiento de los primeros núcleos cristianos, se sitúa la capital en Toledo. Aún así lo único que se sabe es que fue bautizado en la iglesia de San Andrés, en pleno casco histórico, en el famoso barrio de La Latina.


Su nombre, que es una derivación de Isidoro, fue en honor al Arzobispo San Isidoro de Sevilla. Cuando comenzó a desempeñar su labor agrícola, dicen que conoció a una muchacha llamada María Toribia, con la que se casó y que hoy en día la conocemos como Santa María de la Cabeza.

Cuentan las narraciones populares que, a pesar de ser un hombre ejemplar, bondadoso, piadoso, y de buen corazón, tenía que sufrir los desprecios de muchos de sus vecinos solo por el hecho de ir cada día a la iglesia a rezar antes de ir a trabajar al campo.


Conocido es el milagro de la olla, el cual relata que el bueno de San Isidro preparaba periódicamente un banquete para los madrileños más marginados y que en una ocasión fue tal el número de hambrientos que acudieron que no había abastecimiento para todos. Sin embargo dicen que metió el puchero en la olla y que la comida se multiplicó, para alegría de todos los presentes.

También es sabida por los madrileños aquella historia que contaba que una época de horrible sequía, San Isidro pegó un golpe con su azada en el suelo haciendo salir el agua suficiente para salvar la cosecha de ese año.

Curiosamente estas narraciones son homologías de los textos que ya conocemos de la Biblia, el milagro de Jesús de los panes y los peces, y el milagro de Moisés que sació la sed de todos los que huían de Egipto.

Ejemplo a seguir por todos por su bondad, otra demostración de que quien menos tiene es quien más da, un hombre humilde del campo que trabajaba para dar de comer a los más necesitados. San Isidro Labrador, hombre sencillo, herramienta del Señor para mejorar el mundo. ¡Viva San Isidro!

Estela García Núñez














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