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lunes, 19 de mayo de 2014

La Firma Invitada: Tejera, el sonido de Sevilla

Excelente artículo de Víctor García Rayo para El Correo de Andalucía sobre la prestigiosa Banda de música Maestro Tejera. Sin duda un magnífico artículo sobre una formación musical extraordinaria.


Este es el tiempo en el que Tejera guarda silencio. Siempre ha sido así. Lo hará hasta que acompañe en unos días al Santísimo Sacramento en la calle Feria. Han arrastrado al último toro de la Feria de Sevilla y Tejera, clásica y respetuosa, guardará silencio. Su ciudad le había pedido que desgranara amores detrás de la Virgen del Subterráneo, que apaciguara el llanto de la Virgen de los Dolores de San Vicente, que convenciera a la Madre de Dios en Santa Cruz para que dejara de sufrir, que pusiera orden en los ojos de Madre de Dios de la Palma, que enjugara ese océano que brota de la cuenca de las dos lunas que tiene por ojos la Señora del Valle. Sevilla le había pedido que acurrucara con su música el dolor de la hermosa Virgen de Montserrat. Después, la misma ciudad le había pedido que regalara la banda sonora de la danza con la muerte en el dorado arenal del barrio del Baratillo. Y Tejera lo ha hecho. Otra vez. Tradición. Lo fue con Manuel Pérez Tejera, con José Tristán Martín y lo es con José Manuel Tristán Becerra. Ahora guarda silencio, un respetuoso silencio. El silencio también es música de Sevilla porque así suena la cofradía de San Antonio Abad.


La Banda de Música Maestro Tejera, que ya ha tocado como tal en tres siglos distintos, ha enfundado sus instrumentos hasta que llegue desde el barrio de Dios –porque Dios vive aquí– el lamento de los enfermos. Solo entonces brillarán de nuevo las notas de una banda que, más que tocar, habla. Habla de Sevilla.

En una ocasión, en los tendidos de la Real Maestranza, un caballero no dejaba de increpar al director de la banda. Un joven torerillo, seguramente amigo, se esforzaba delante de su oponente pero el maestro músico –Manuel Pérez Tejera– no ordenaba que arrancara el pasodoble. Aquel señor protestaba airado al palco de la banda hasta que se le agotó la paciencia y acudió personalmente al sillón de tendido para colocarse justo delante del Maestro Tejera. Éste seguía viendo el festejo, tranquilamente, con la barbilla descansando en sus brazos cruzados.

-Pero oiga, ¿es que no va a tocar usted ningún pasodoble?
-Mire –contestó Tejera- es que la Banda no viene aquí a tocar.
-¿Qué no..? A ver –replicó airado el caballero- ¿entonces para qué puñetas viene?
-Pues viene…por si hay que tocar.

Tejera y el sentido de la medida. Tejera y el clasicismo. Seguramente es una banda que todos reconocemos de espaldas, solo por ese pellizco clásico y sevillano que sale de sus boquillas, de sus muñecas, de sus parches y sus atriles. De sus andares, que también tiene la banda sus andares. Y son andares de Valle de lágrimas.

Tejera suena a Sevilla. Diríase que la Banda de Música Maestro Tejera, la misma que en el siglo XIX ya tocaba detrás de la Reina de Todos los Santos de Omnium Sanctorum, suena a la ciudad. O quizá Sevilla suena como la Banda Tejera.

En una ocasión le pregunté a Cándido Brito, un veterano saxo tenor, que tomaba café en el Bar Taquilla a la hora de los miedos del torero.

-¿Por qué Tejera tiene ese sonido tan peculiar, tan reconocible?
-Mira, hijo –me contestó– es porque suena a Sevilla.

No he oído jamás una descripción mejor, ni tan acertada. Desde entonces suelo cerrar los ojos cuando escucho a la banda. Al menos por unos instantes. Y es cierto…veo a Sevilla. Cándido Brito sigue tomando café en el Bar Taquilla, ese bar en el que los camareros parecen nazarenos del Baratillo, y recuerda sus cincuenta años en la banda. Sí, lleva cincuenta.

Decir Tejera es decir Semana Santa, marchas clásicas, imposibles para algunas bandas. Decir Tejera es decir toros y toreo, pasodobles y emoción. Es decir Suspiros de España y Nerva, es decir Virgen del Valle y Cachorro. Decir Tejera es ponerte el pelo de punta, la piel de gallina. Es la emoción por Sevilla, pero por la Sevilla de siempre, esa que nos enseñaron y que tenía los perfiles exactos, las medidas justas, el temple y la zancada, el rostro de la Victoria y los dedos de Curro. Esa, la de los arcos barrocos, la de Margot y Soleá dame la mano. Sí. La Sevilla en la que suena la música por ese par de banderillas, la del mismo pasodoble en todos los paseíllos –Plaza de la Maestranza– que silbamos de carrerilla y sin el que no entendemos ni los toros ni la vida.

Estamos en el tercer siglo que pisa la banda. El mismo colectivo que ha sacado a la ciudad de tantos apuros, la misma banda que convoca un concierto y agota el aforo. Estamos además delante de un grupo de músicos portadores de un estilo y una forma de entender a la ciudad. Y de comprender e interpretar la música. Conocemos a Francisco Romero López por Curro. Añoramos a José Luis Vázquez Garcés por Pepe Luis. Admiramos a la Banda de Música Maestro Tejera como Tejera. Y es la hora.

Es la hora de contar que los hermanos de las Penas de San Vicente han convocado a los sevillanos en su página web para rellenar un formulario de adhesión a la petición de una medalla de la ciudad para esta banda centenaria.

Por San Vicente conocen bien cuatro cosas: como cae el Señor bajo el peso de la cruz, como llora su Madre, como huele el azahar de la ciudad más hermosa del mundo y como suena Sevilla. O sea, Tejera.

Es justo asomarse a esa página en internet y rellenar el formulario que los cofrades de las Penas han lanzado al mundo. Es la forma de contribuir a un reconocimiento que afecta a nuestros abuelos, a nuestros padres…a nuestros hijos, es una acción justa, un ejercicio de sevillanía. Y una hermosa ocasión. Es la primera vez en nuestras vidas que nos piden colaborar para gritarle al mundo que la Banda de Música Maestro Tejera no se encuentra sola en la historia de nuestra música. Reside más bien en nuestros corazones.

Hoy tengo delante de mis ojos el compromiso con una banda que adoro por todo lo que me hace sentir, algo que no podré pagar jamás. Hoy tengo en el oído la marcha La Soledad, de Pedro Morales, que parece querer quedarse a vivir conmigo. Hoy tengo en el alma el recuerdo de José Tristán, a quien quise mucho. Hoy tengo en la retina el recuerdo de esos señores elegantes de paso templado y firme por los adoquines de la Semana Santa de mi infancia. Pero sobre todo, hoy tengo retumbando en el pecho la sentencia de mi amigo Cándido Brito, que un día definió para siempre a su banda de música a la hora del miedo de los toreros: «Tejera suena…a Sevilla».











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