El periodista Javier López publica la segunda entrega de su «manual de autodefensa para creyentes» titulado «Soy Católico, ¿algún problema?»
Javier López presenta este 28 de mayo, a las 20 horas, en el salón mudéjar del palacio de cultura de Jaén el libro «Soy católico ¿algún problema?», se trata de, como el mismo auto explica, «un tratado contra el laicismo militante escrito desde el humor». Se trata de un segundo volumen que da continuidad a su exitoso «Soy Católico, ¿pasa algo?» que nació de la necesidad de crear un «manual de autodefensa para creyentes vilipendiados» y como reafirmación de ser y decirse cristiano. Javier López es un periodista de larga carrera, buena parte de ella en ABC, que pasa de contar la noticia pasa a protagonizar la crónica.
Es la segunda vez que reafirma, en un libro, su condición de Católico. ¿Sigue siendo necesario?
Cada vez más. El laicismo pretende confinar al católico en una reserva y no hay que permitirlo. Para el laicismo los católicos somos comanches con rosario, gente pintoresca que se aferra a la Religión como un niño a la mano de su abuelo: para sentirse ingenuamente seguro. Pero es el laicismo el que transita a ciegas. Este libro muestra a los católicos la importancia de defender la fe de los ataques laicistas. Y lo hace desde la ironía, que además de ser la expresión inteligente del humor, es una inhibidora de la ira. Reír y odiar son conceptos antónimos.
Cuando usted publicó «Soy Católico ¿pasa algo?» hubo quien dijo: hay que ver con lo bien que escribe este tipo que sea tan de derechas…
Pues ese alguien debe de creer que la Biblia es el antecedente del fuero de los españoles. Equiparar al catolicismo con la derecha es un lugar común extendido que demuestra hasta qué punto la opinión pública prefiere el cliché al análisis. En mi caso la equiparación es además un despropósito si se tiene en cuenta mi biografía. En mi primera juventud pasé más calamidades que todo el comité federal del PSOE junto. Eso me ha hecho una persona solidaria. A quien me llama facha le invito siempre a que me diga cuál es su obra social directa, la que paga de su bolsillo. La respuesta habitual es ninguna. En su descargo hay que decir que esta gente cree que la caridad es una virtud reaccionaria.
Lo que si está claro es que sigue retando con su título: Soy católico, ¿algún problema?
De eso se trata. Pero no es un título chulesco, sino una declaración de intenciones. Creo que los católicos acobardados por el entorno necesitan leerlo más que nadie porque, en cierto modo, les enseña que para ser valientes sólo tienen que dejarse llevar por Dios. Yo no me siento cómodo en la polémica, pero no rehúyo el cuerpo a cuerpo porque entiendo que es mi obligación defender mi Religión. Y también un honor.
Qué opina de esa corriente laicista que con una mano pide la expropiación de la Catedral-Mezquita de Córdoba y con la otra pone flores a la Virgen de la Cabeza.
Pues le contestaré con una anécdota narrada magistralmente hace años por Ignacio Ruiz Quintano en ABC. Cuenta Quintano en su artículo que, recién proclamada la república, despertaron al alcalde de un pueblo a las cuatro de la mañana para decirle que un vecino estaba en las últimas. «Vaya, hombre, lo siento», dijo el alcalde, «pero ¿qué queréis que haga», «Que le dé usted la extremaunción por lo civil», le contestaron. España es católica hasta las trancas, lo que explica que haya quienes salen detrás de la Virgen mientras pretenden expropiar la Catedral de Córdoba con un argumento peregrino. Estoy por aconsejarle al Arzobispado de Sevilla que, so pretexto del nombre, exija que el palacio de San Telmo pase a ser de titularidad eclesiástica.
La incoherencia es tal que no dudan en atacar a la Iglesia y a sus representantes y luego se desviven como cofrades en la Semana Santa o en las romería de su pueblo… Ya sabe usted lo que se dicen en algunos pueblos: «yo, yo no creo en Dios pero a mi virgen ni la toques».
Pues eso o es incoherencia o es cara dura. No se puede ningunear a Dios y alabar a María. Quienes lo hacen cometen el error de asocian las romerías con la tradición en lugar de vincularlas a la fe. Pero si al Rocío le quitas la devoción Almonte no sería más que el escenario de un día de campo.
¿Ha tenido usted problemas por ser creyente y decirlo públicamente?
Digamos que como de joven cursé primero de revolución ha habido quienes me consideran un traidor a la causa del pueblo, en lo que se nota que no saben lo que es la doctrina social de la Iglesia. En cualquier caso los problemas que me genera son llevaderos. Decir en voz alta en según qué sitios que soy católico ha generado silencios incómodos y alguna discusión de la que, Gracias a Dios, he salido bien parado.
Dicen que los ateos se ríen poco. ¿Lo harán con su libro?
Ojalá. Creo que el humor anticatólico se deriva en parte del miedo a la muerte. Viene a ser como silbar en la oscuridad para disimular el pánico. El católico, en cambio, apuntala su estado de ánimo en la confianza en la resurrección. Sería bonito que quienes aún no creen encuentre en este libro motivos para reírse, no de Dios, sino con Dios.