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jueves, 29 de mayo de 2014

Pauta Musical: Soleá dame la Mano, Manuel Font de Anta (1918)


Hoy en día, muchos de los que amamos este género de la música procesional, daríamos lo que fuera por haber estado presente en el estreno de esta gran marcha procesional, o bien en algunas de las primeras interpretaciones durante aquellos años veinte en los que nuestra Semana Santa estaba en continua revolución estética.

No fue Manuel Font de Anta un compositor de marchas prolífico. Pero sí nos dejó para la historia dos títulos de leyenda: Amarguras y Soleá dame la Mano, la que nos ocupa. Sorprende, todavía más, que en un lapso pequeño de apenas un año, el joven compositor Manuel Font de Anta fuera capaz de dar a luz a dos obras de incomparable belleza, como las anteriormente

Fue escrita en 1918, e instrumentada por su padre, Manuel Font, director entonces de la Banda Municipal de Sevilla. Existen controversias y distintas teorías sobre su dedicatoria, pero las partituras originales se encuentran extraviadas y resulta imposible saber con exactitud este pequeño misterio. No obstante, en una reducción a piano, publicada en 1924, reza la siguiente dedicatoria: “A los desgraciados presos de la cárcel de Sevilla, que al cantarle “saetas” a la Virgen en Semana Santa, me hicieron concebir esta marcha”. Se conoce igualmente, que fue al paso de la Esperanza de Triana, cuando el compositor escuchó cantar a un preso la siguiente saeta a la Virgen:


"Soleá, dame la mano
a la reja de la carse
que tengo muchos hermanos
huérfanos de pare y mare"

Es en sí misma principio y fin. Una obra de una envergadura tal, que no ha tenido apenas continuadores en la historia, por su propio carácter avanzado e innovador, y por su complejidad y altura artística. Contiene la gravedad de una marcha fúnebre, y a su vez la fuerza y la plenitud de una marcha alegre, con tintes militares. Lo mismo nos sumerge en una atmósfera lúgubre, que nos retrata la llegada jubilosa de un cortejo con las notas de la marcha real. Lo mismo alcanza el cénit con un acorde colorista y en fortísimo, que termina como un latido que se extingue poco a poco y se consume tras unos minutos de grandes sensaciones.

Es una marcha descriptiva por sí misma, que llegó a sorprender hasta al mismísimo Stravinsky, en aquella conocida visita a la Semana Santa sevillana, cuando tras presenciar la interpretación a cargo de la banda municipal, dijo aquello de: “estoy escuchando lo que veo, y estoy viendo lo que escucho”. Es decir, una obra con la que podemos recorrer esos momentos mágicos de ver un palio llegar, pasar e irse ante nuestros ojos; donde música e imagen se funden.

“Soleá, dame la mano” es el mayor exponente de marcha procesional escrita dentro de un estilo nacionalista, en aquellos años muy cultivada en España de la mano de compositores como Manuel de Falla. De ahí la gran importancia de la obra que nos ocupa, como documento artístico de una época musical rica y generosa en partituras formidables.

Como música nacionalista, recorre los veneros del folclore y la música popular. En este caso Font de Anta se basa en una saetas cantadas por los presos para elaborar parte de su material temático y reproducirlo por distintos episodios de la obra. Se nota además la influencia del impresionismo francés sobre todo en la sonoridad de ciertos acordes que se introducen en algunos pasajes de la obra o, sin ir más lejos, la introducción en la que se nos presenta nada más comenzar la marcha una serie de quintas paralelas al descubierto.

Llama poderosamente la atención el percutir constante de la caja, en clara evocación del redoble de marcha que trae el sonido de una procesión; sin olvidarnos, por supuesto, de sus importantes movimientos rítmicos.

Si nos basamos en Francisco Javier Gutiérrez Juan, que ya estudió su estructura en su libro “La Forma Marcha” podríamos decir que “Soleá, dame la mano” parte de la forma minué ternario pero con modificaciones, sobre todo omitiendo repeticiones. Simplificando, la forma de “Soleá, dame la mano” es la siguiente:

-Introducción
-Exposición. 
-Trío. 
-Reexposición. 

Destacable el contraste sonoro modaltonal de la marcha. Magnifico también resulta el contraste tímbrico que se crea en el trío alternándose en las maderas y metales tanto la melodía principal y el contrapunto del tema. Podemos encontrar en la obra tanto pasajes con texturas homofónicas, de melodía acompañada y secciones contrapuntísticas (sobre todo en el TRÍO). Los momentos de tensión-distensión están también muy logrados en la obra.

En definitiva, el estilo de “Soleá, dame la mano” hace que esta obra suene hoy día mucho más “moderna” que la mayoría de las demás marchas que pueden escucharse en la calle, pero sin perder la esencia piadosa que toda marcha procesional debiera tener.

Pocas pueden ponerse a su altura y resistir la comparación. Son muchos los expertos, músicos y compositores que la han señalado como la mejor marcha escrita de todos los tiempos. Probablemente así sea. Lo que no da lugar a equívocos es que “Soleá dame la mano” ha traspasado la línea del tiempo y es tanto una marcha de ayer, como de hoy, y más, si cabe, del mañana. Podrán seguir llegando importantes páginas, pero ninguna será del calado y del tamaño de ella. Ya lo dijo su autor en la subtitulación: “Impresión en forma de marcha fúnebre”. Todavía una buena interpretación de esta sobresaliente composición, en el contexto para el que fue concebida, en la calle, donde se puede llegar a escuchar lo que se ve, y ver lo que se escucha… todavía así, una música puede seguir impresionándonos. 




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