El camino a El Rocío puede
hacerse de mucha maneras. Hay peregrinos que eligen realizarlo a caballo, otros
a pie o en carrozas y charrés. Sin embargo, y a pesar de que sea una práctica
muy extendida en las peregrinaciones a Santiago de Compostela, no es nada
habitual recorrer las arenas en bicicleta y llegar al santuario de la Reina de
las Marismas sobre dos ruedas. Pero mañana, 5 de junio, dos madrileños van a
conseguirlo; alcanzarán, después de varios días pedaleando, la aldea almonteña
donde este fin de semana se celebra la universal romería del Rocío.
Poderosas son las razones que han
llevado al empresario Íñigo Afán de Ribera y al arquitecto Andrés Lendiner,
ambos de 43 años, a embarcarse en esta aventura que les ha llevado a cruzar
España para postrarse a los pies de la Blanca Paloma. “Teníamos algo muy grande
que pedirle a la Virgen y queríamos hacerlo de manera especial“, explica Íñigo
después de ocho días de camino.
Este viaje no ha sido algo
planeado, más bien todo lo contrario. A Íñigo le habían invitado a acudir a la
romería onubense pero, por sus circunstancias personales, no le apetecía
demasiado: “tengo un problema familiar fuerte con mis hijos. Ellos están en
México y yo lo único que deseo es volver a verlos, tenerlos de vuelta, pero
hasta el 18 de junio no podré hacer nada. Por eso decliné el ofrecimiento,
porque no tenía ganas de fiesta”.
Pero después de la negativa,
Íñigo se puso a investigar sobre el Rocío, sobre la devoción a la Virgen, y
creyó que sería buena idea que, en lugar de quedarse en casa dándole vueltas a
la cabeza, bajar hasta Andalucía y hacerlo en bicicleta, dedicándole el camino
a sus hijos y como ofrenda a la Blanca Paloma, para que le ayudara y pudiera
volver muy pronto a encontrarse con ellos.
Una vez tomada la decisión,
Íñigo, que nunca había montado en bicicleta más allá de lo que le enseñaron de
pequeño para mantener el equilibrio, se puso en contacto con Andrés, amigo
desde la infancia, más aficionado al ciclismo y conocedor de los pormenores que
entraña recorrer largas distancias a pedales. “Él sabía qué llevar, así que el
día antes de salir nos fuimos de compras y nos hicimos con todo lo necesario:
el camping gas, la tienda de campaña, saco de dormir…” y lo más importante, la
bicicleta, pues Íñigo ni siquiera tenía una antes de lanzarse a esta aventura.
Así pues, el pasado 27 de mayo,
dos días después de tomar la decisión de emprender la peregrinación, los dos
amigos se encontraban a las afueras de Madrid, con un viejo mapa como única
guía. Desde Talavera de la Reina, y con su rudimentaria herramienta en papel,
fueron bajando por las Cañadas Reales enlazando con caminos y rutas verdes,
vías de tren en desuso y pidiendo indicaciones en los pueblos por los que
pasaban. A los tres días, Ínigo y Andrés alcanzaron Mérida, después de varias
jornadas durmiendo a la intemperie y en contacto directo con la naturaleza,
rehuyendo de carreteras y asfalto.
En Extremadura entroncaron con la
Ruta de la Plata, lo cual no fue nada sencillo porque, salvo pequeñas señales
que comenzaban en Guadalupe, “había muchas indicaciones en dirección contraria,
hacia el Norte, por el tema del Camino de Santiago, pero escasas hacia el Sur,
hacia El Rocío”, explica Afán de la Ribera. De hecho, en más de una ocasión se
perdieron y acabaron “en campos llenos de vacas y toros”, además “llegando a
Sierra Morena nos equivocamos y tuvimos que cruzar 30 kilómetros de montaña
para retomar el camino”, explican los peregrinos madrileños de ascedencia
andaluza.
El 3 de junio, Íñigo y Andrés
llegaron a la provincia de Sevilla y se encontraron con la Hermandad del Rocío
de Coria del Río en Santiponce, pues ésta había hecho ya su primer día de
camino. “Conocimos a un grupo de gente del pueblo que nos atendió como reyes.
Les contamos que veníamos de Madrid y rápidamente se corrió la voz y nos dieron
comida, cervecita fresca… Fue increíble, las carretas, los trajes, las carretas
con bueyes, cantando flamenco, el Simpecado… te empiezas a meter en el papel y
sientes la cercanía del Rocío. Fue muy bonito y la gente muy maja”, relata
Andrés.
Lendiner, además de hacer el
recorrido para apoyar la causa de su amigo, afirma que él también tiene una
petición para la Virgen: “que me dé una mujer maravillosa. Que este año conozca
a la futura madre de mis hijos”.
Ruegos aparte, en total han sido
ya casi 600 kilómetros, unos 60-70 al día, los que han recorrido ya estos dos
madrileños, que tienen previsto alcanzar la aldea almonteña el jueves, 5 de
junio, por la tarde-noche, tras tomarse este día 4 de descanso.
Según apunta Íñigo muy emocionado
“para mí está siendo muy duro, tanto por la parte emocional como por la física,
ya que no me he preparado para esto. En las noches durmiendo en el camino he
sentido a la Virgen más que nunca porque, después de todo el día pedaleando,
cuando caes agotado, hay un poder especial que te da fuerzas para seguir a la
mañana siguiente. Cuando miles de personas van a peregrinar a un sitio, se
genera una energía muy especial y esa fuerza se siente. Ojalá pueda tocar a la
Virgen y pedirle que todo se solucione pronto y pueda ver a mis hijos. Este
camino es una de las cosas más bonitas que he hecho en mi vida y me está
llenando de una gran alegría que espero compartir cuando llegue a la aldea”.
Así pues, sólo les queda una
jornada para pisar por primera vez El Rocío y poder solicitar cara a cara a la
Reina de las Marismas sus favores. Ella, como siempre hace, seguro que les
escucha.