Reproducimos a continuación un excelente artículo realizado por Carlos Salas para Pasión en Sevilla. Un magnífico documento histórico para comprender las vicisitudes sufridas por las cofradías sevillanas en los convulsos años treinta.
La Semana Santa de las 60 cofradías que tenemos actualmente no es más que una novedad en la historia de la fiesta. Ésta, con tantos siglos de antigüedad ha tenido en la mayoría de su trayectoria muchas menos corporaciones. Algunas surgieron y se mantienen a lo largo de los siglos. Otras surgieron, tuvieron devoción y desaparecieron. Y otras han ido surgiendo recientemente, sobre todo el siglo XX, que es cuando nace gran parte de la Semana Santa actual.
Pero en esta centuria hubo años convulsos por distintas circunstancias: hermandades que cambiaban de día por la lluvia, que no salían por falta de medios, que no lo hacían por falta de seguridad en las calles o porque directamente todo su patrimonio había sido destruido en los sucesos tanto de la Guerra Civil como de sus años previos. Hoy vamos a recordar una Semana Santa muy peculiar: salieron trece cofradías, muchas de ellas alterando sus días de salida. Otras tantas se quedaron en sus templos por alguno de los varios motivos ya expuestos. Hoy vamos a conocer cómo fue la Semana Santa de 1934, de la que se han cumplido en este 2014 80 años.
En ese año, y dada la convulsa situación del país, los hermanos mayores tenían que reunirse para decidir si salían o no a la calle. Lo hacen el 30 de enero de aquel mismo año. Una fecha en las que en la actualidad muchas cofradías están inmersas en sus cultos, pero que aquel año era momento para preocuparse si salir o no.
Ese día los hermanos mayores piden al Gobierno una serie de requisitos: que fuera festivo el Jueves y el Viernes Santo, que hubiera garantías de orden público, que el Ayuntamiento diera la subvención a las cofradías o que la Catedral montara el Monumento. El día 24 de marzo, que fue Sábado de Pasión, tras diversas visicitudes son trece los hermanos mayores que se reúnen para organizar la Semana Santa. Eran los representantes de las corporaciones que habían decidido salir aquel año.
Domingo de Ramos: San Benito la primera
Tras la reunión del día anterior, las cofradías que habían decidido hacer su estación de penitencia habían decicido hacerlo o el Domingo de Ramos, o el Jueves o el Viernes Santo. Ese día, el Domingo de Palmas procesionaron a la Catedral San Benito, la Cena y la Estrella, por este orden. La corporación de la Calzada abrió los desfiles procesionales con dos pasos: el misterio de la Presentación al pueblo, con andas de madera en su color y la Virgen de la Encarnación. Y entró la primera porque la Cena llegó con retraso, ya que era ésta la que tenía que abrir la carrera oficial.
Ésta salió de la parroquia de Omnium Sanctorum, con el paso de misterio y el palio de la Virgen del Subterráneo. Llamó la atención aquel día la fuerte presencia de Guardia Civil y Guardia de Asalto junto a los pasos. La última fue la Estrella, cuya Virgen llegó desde Triana a los sones de la banda del Carmen de Salteras. Las otras hermandades del día celebraron cultos en sus templos, y la Amargura llegó incluso a montar su paso de palio y exornarlo con claveles blancos y azahar.
Jueves Santo: con hermandades del miércoles
El Buen Fin fue la primera hermandad en salir y en llegar a la Catedral. Procesionó entonces desde el mismo lugar desde el que lo hace ahora: la iglesia de San Antonio de Padua. Pero de forma diferente: el Señor iba acompañado de varias figuras: María Salomé, María Cleofás y María Magdalena. La Virgen de la Palma era acompañada musicalmente entonces por la banda del Maestro Tejera.
La segunda corporación en llegar al primer templo metropolitano fue la del Prendimiento, la de los Panaderos. Con el Señor anterior al actual que se conserva en la parroquia del Juncal. Tras él la Virgen de Regla.
Y desde San Martín, cerrando la jornada del Amor Fraterno salió la Lanzada, acompañada por el Regimiento Soria 9. Como curiosidad, en el palio de esta corporación iba la Virgen de Guía, que hoy procesiona en el misterio. Dos años después, en 1936 la hermandad decidiría que en el palio procesionara la Virgen del Buen Fin.
La Madrugada: con las tres cofradías de capa
Se trata de la jornada de la Semana Santa de 1934 que más se parece a la actual: procesionaron sólo tres cofradías, pero son las mismas que lo siguen haciendo actualmente. No salieron las hermandades de negro, pero las tres de capa pusieron sus cortejos con sus titulares en las calles: salió la Macarena, la Esperanza de Triana y los Gitanos. Además la lluvia fue protagonista de la jornada, ya que durante la noche, ésta provocó que tuvieran que refugiarse en la Catedral las dos Esperanzas. La Macarena salió de San Gil y le sorprendió la lluvia por lo que aligeró el paso y se refugió en la Catedral, donde se quedó hasta la tarde del Viernes Santo.
Desde San Jacinto procesionó la Esperanza de Triana. Como curiosidad, la Virgen procesionó sin la corona con la que lo hacía por aquel entonces, ya que la familia que la había donado demandaba unas cuentas pendientes con la corporación. A la hermandad trianera también le cogió la lluvia llegando a la carrera oficial, por lo que también quedó refugiada en la Catedral, coincidiendo allí con la de la Esperanza Macarena. Los Gitanos salió de San Román, en una de las últimas salidas con las imágenes antiguas, atribuidas a Montes de Oca.
Viernes Santo: cuatro cofradías y un traslado
La primera hermandad en salir a las calles este día fue la Macarena. Refugiada en la Catedral salió a primeras horas de la tarde para volver a San Gil. Y nada más salir del templo la primera hermandad del día ya estaba llegando: la de las Siete Palabras. Con un sólo paso, el de misterio, la cofradía de San Vicente era la encargada de abrir los desfiles procesionales aquel Viernes Santo, acompañado por la banda municipal de Alcalá de Guadaira. Tras ella la Trinidad: una cofradía muy distinta a la actual, con un Cristo de las Cinco Llagas que luego sería sustituído y con una Virgen de la Esperanza en un palio blanco en lugar de verde.
En tercer lugar aquel Viernes Santo procesionó la Exaltación. Salía desde Santa Catalina con un misterio que entonces tenía aún más figuras que en la actualidad y con una gran novedad: recuperaba a la Virgen de las Lágrimas, que había sido sustituída en 1913 por una dolorosa proviniente de Málaga. Aquel palio de la Virgen de las Lágrimas sería el último que llegaría a la Catedral en 1934. Pero no fue la Exaltación la última cofradía: fue la Mortaja. Desde Santa Marina procesionó un cortejo muy diferente al que estamos acostumbrados hoy en día: sus nazarenos con capa, al igual que en la actualidad, pero tras el paso de misterio ponía su música la banda del Carmen de Salteras.
Pese a los temores esta Semana Santa se celebró sin incidentes. Con una constante presencia de fuerzas y cuerpos de seguridad. Pero fue una Semana Santa radicalmente distinta tanto a lo que conocemos hoy como a lo que conocían por aquella época.
Recordatorio Con nombre propio: El primer Núñez de Herrera