Solo habría que hacer balance de la última década para apercibirnos de que los llamadores son inquietos, nerviosos y, en un gran número de ocasiones, bailan al socaire de procesos electorales o intereses de la más variada índole.
Un ejemplo esclarecedor lo hallamos en una cofradía que, en apenas diez años, llegó a ver mandando sus dos pasos a la friolera de ocho capataces distintos. Si a ello le sumamos nutridos equipos de auxiliares, podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos que alrededor de sus titulares ha desfilado un número de sujetos que ayudarían a completar un par de tramitos de nazarenos, hecho que nunca está de más.
Frente a ello (que no ha de ser ni bueno ni malo, juzguen ustedes), algunos ejemplos de estabilidad casi sorprenden y habrían de ser puestos en valor cada cierto tiempo.
Así las cosas, en lo que va de año solo hemos asistido a tres cambios en la titularidad de los martillos cordobeses (un 8,10%). Este porcentaje podría ser provisional si se produjese algún cambio en los próximos meses. Todo podría suceder, si escuchamos lo que se dice en mentideros sobre cierta cuadrilla y los planes de su hermano mayor. Quién sabe.
Blas Jesús Muñoz