En tiempos de opresión y corruptelas, de usura y desigualdades, el Espíritu Santo ha ungido, con la necesaria virtud de la humildad al Papa Francisco I. Un mensaje tan comprometido con el ser y para el ser.
Como desoído por siglos, por segadores destellos vacíos, yermos, superficiales. Obviando el primigenio mensaje del Nazareno, caudal de vida y purificador del alma, con las acciones del pensamiento buscando en nuestro ser, tanto en la adversidad como en la alegría, las profundas huellas de la fe en nuestras existencias. Un Papa que predica con el ejemplo, cercano pastor que nos habla de las enseñanzas de Jesús.
No debe la avaricia cegar los ojos del alma, ni creerse servidos los que son llamados a servir al prójimo. Francisco I, nos habla de esperanza, de aprender de los errores cometidos en un mundo ávido de poder y sin escrúpulos.
Pero no una esperanza vana, la floreciente iglesia labrada en la necesidad de dar al hombre la creencia reforzada, de cómo Jesucristo con su sacrificio nos hizo iguales y como tal debemos tratar y ser tratados.
José Antonio Guzmán Pérez
Recordatorio Calvario de Iris: Guardabrisa