Raquel Medina. ¿Quién dice que el Rocío es sólo fiesta y cante? Quien lo diga, no ha visto la puerta de la ermita antes de que se abran sus puertas, las mujeres ya esperando a que los santeros recorran el cerrojo del portón. No ha visto a los más pequeños de nuestras casas cogerse de la mano de sus madres y hacer el camino andando. No ha visto, la mirada de una persona cuando se encuentran con los ojos de la Virgen... Dos días en aquellas benditas arenas sirven para demostrar la fe de una ciudad entera que, cada mes de octubre acude a la llamada de la Madre de Dios.
Un fin de semana excelente el que ha pasado la Hermandad del Rocío de Córdoba y yo con ella, en tierra de María.
Desde el viernes muy temprano la Vocalía de Mayordomía se puso manos a la obra, para tener como resultado el magnífico altar de peregrinación que se ha tenido este año. Mi enhorabuena "Manolos".
El sábado cuando el sol empezaba a calentar, la Hermandad se encomendó a la Señora y comenzó su peregrinar por el camino de Los Llanos, hasta pasar el puente de Olivarejos donde se detuvo para rezar en Ángelus, antes de compartir unos momentos de convivencia.
Poco a poco se fueron acortando los 15 kilómetros que separan Almonte de la aldea y al atardecer, la campana de la Casa de Hermandad repicaba con fuerza. Pocos minutos después, la comitiva, y ya acompañando al Bendito Simpecado, se dirigió hacia la ermita, para junto a las hermandades de Ayamonte, Sevilla-Macarena y Madrid-Moratalaz, rezar públicamente el Santo Rosario.
El domingo, bien temprano se celebró la Eucaristía a los pies de Santa María, acompañando a la Hermandad el coro Arboreá de Villa del Río. Después se vivió una jornada de Hermandad en el patio porticado de la casa hasta que llegó el momento de guardar el Simpecado en el cajón y con él, el sueño, los anhelos y las esperanzas de todos los rocieros.
Recordatorio El Rocío recupera hoy parte de su historia