Blas Jesús Muñoz. Primero fue Mendizábal y, con el tiempo, vinieron más y mejores. Las iglesias (no las de Pablo), siempre han parecido estar en el punto de mira de las frustraciones de un pueblo -o quienes se erigieron en sus defensores- que, por aquel entonces, pagaba malestar con quien menos podía defenderse. El monumento no se defiende por sí mismo.
Las iglesias son templos consagrados que no llevan aparejadas medidas de seguridad extremas. No son cárceles donde uno entre obligado a cumplir una condena, como tampoco quienes las habitan son guerrilleros que las vayan a defender a sangre y fuego. Tal vez, sí a sangre, pero la suya propia derramada.
Durante los últimos meses hemos asistido a pintadas, a incendios casuales -o no, cuando las investigaciones concluyan- en los que han desaparecido Imágenes Sagradas. Y hemos escuchado mucho ruido en torno a la propiedad de templos.
Es más, en el colmo de la escalada verbal, se ha llegado a soltar la paparrucha de someter la Semana Santa a referéndum, cuando la votación se ve cada año a pie de acera. El exceso de reglamentación y burocracia es una forma de coartar libertades, toda vez que el exceso de consultas redunda en lo mismo y le suma la inoperancia ejecutiva.
El penúltimo capítulo es la propiedad de la Giralda. Y habrá más, no les quepa duda. Así, mientras unos -los que estaban- se dedican al "y tú más", los otros aparecen con "ideas" que no dejan de tomar el aroma de invento. Entre tanto, la Semana Santa tal como la conocemos corre peligro. Si no queremos verlo el problema aumenta.
Recordatorio Enfoque: ¿La venta de abonos decrece? ¿Se repetirá la imagen del Señor de Pasión en otro cartel?