Suspira el querubín por aquellos que nos dejaron. No está triste porque partieron hacia una vida mejor que no es la eterna, sino la otra que se vive en casa tranquilo sin cofrades que te acosen.
Suspiros alados por los que dijeron me voy y no volvieron y pusieron su firma con tinta permanente para que el papel no se borrara si se mojaba. Y así no estropear el documento por si alguien, con voz de locutor de panegíricos, lo pide para asegurarse de que se fue.
Suspira el Ángel porque eran tan amigos y se miraban tanto que, de tanto mirarse, dicen que se han dejado de mirar y el que miraba se ha cansado de que lo miren y se ha ido o dicen que lo ha hecho los que lo estaban mirando.
Joaquín de Sierra i Fabra
Recordatorio El Suspiro del Ángel