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viernes, 1 de mayo de 2015

El Rincón de la Memoria: Cuando la Amargura salió el Jueves Santo


Las sesenta cofradías que hoy día procesionan durante la Semana Santa y los cortejos formados en muchos casos por miles de personas han concebido la fiesta de una manera rígida. Pero hubo un tiempo, no hace mucho, en el que ante la aparición de la lluvia las cofradías contemplaban una solución distinta a la de quedarse en casa o retrasar su salida un tiempo: salían otro día. Cuando el lunes, martes y miércoles tenían menos cofradías, estos días solían ser utilizados por las corporaciones que en sus respectivos días no podían salir por la lluvia. ¿Se imaginan a la Amargura saliendo un Jueves Santo por la mañana? Ocurrió en 1945, cuando la Semana Santa era muy distinta a la de hoy en día, tanto que en la actualidad es imposible pensar en una situación así.


Los partes meteorológicos de por aquel entonces (con medios infinitamente más atrasados que con los que se cuenta hoy en día) ya aseguraban el Viernes de Dolores que el Domingo de Ramos la situación no sería positiva. Y es ese mismo día cuando la Junta de oficiales de la cofradía de San Juan de la Palma decide solicitar la correspondiente autorización eclesiástica para procesionar el Jueves Santo si el Domingo lloviera y los nazarenos blancos no pudieran salir del templo. Es necesario aportar que la cofradía de la Amargura tenía entre sus reglas que realizaría su estación de penitencia el día del Amor Fraterno si el Domingo de Palmas no pudiera hacerlo. Pero pese a ello, esta circunstancia sólo ocurrió en aquel año 1945.


Tras las lluvias del viernes y del sábado, el Domingo de Ramos amaneció lluvioso. La procesión de palmas de la Catedral tuvo que celebrarse por el interior de las naves. Pero pese a ello tres cofradías pusieron sus cortejos en las calles: la Paz, la Cena y la Hiniesta. Las tres se vieron sorprendidas por un chaparrón a primeras horas de la tarde. En San Juan de la Palma ni se desmontó el altar de insignias, y la corporación comenzó pronto a preparar su salida para el Jueves Santo. El Miércoles Santo, apareció una nota de prensa por la que se convocaba a los nazarenos blancos para que se presentaran en el templo para procesionar al día siguiente. Se aseguraba además contar con la autorización del Vicario general del Arzobispado. El Jueves Santo, 29 de marzo de 1945, de forma inaudita la cruz de guía con cantoneras de plata era abrazada por un nazareno blanco a las 9:30 de la mañana.

A esa hora terminaban de celebrarse los oficios en la Catedral (por entonces se celebraban por la mañana). Y cuando el Santísimo se colocaba en el imponente Monumento que se instalaba en el primer templo de la Archidiócesis, la cofradía de la Amargura ya andaba camino de la Catedral. Las crónicas de prensa aseguran que «desde primeras horas de la mañana ya se hallaba la Plaza de San Juan de la Palma abarrotada de público». Los periódicos también recogen que en la carrera oficial fue poco el público que estuvo presente ante el cortejo de los de San Juan de la Palma. Las tempranas horas y la coincidencia con la celebración de los oficios en numerosas parroquias son las justificaciones que los cronistas de la época dan a este hecho. También cuentan que a la altura del Círculo Mercantil se incorporó al cortejo el entonces ministro de la guerra, el teniente general Carlos Asencio Cabanillas. Y con él una compañía de Infantería que tras el paso de palio de la Virgen rendía honores militares. En torno al mediodía la cofradía llega a la Catedral y los pasos, como es costumbre ese día, paraban delante del Monumento.


Poco después se iniciaba la vuelta del cortejo a San Juan de la Palma, a donde llegaría en torno a las 14,30 horas. De aquella jornada histórica con la cofradía a plena luz del día quedan numerosos testimonios gráficos. El palio de la Amargura en 1945 ya es prácticamente igual al que conocemos en la actualidad. La única diferencia a grandes rasgos es la corona, pues faltaban nueve años para que Cayetano González labrara la que se le impondría en la Coronación Canónica de 1954. Esfuerzo digno de mención el que aquel día hicieron los costaleros de Rafael Franco, que después de la Amargura y casi sin parar procesionarían con los pasos de Montesión, el Gran Poder y San Isidoro (situación impensable en la actualidad). Uno de los periódicos de la época calificó aquella estación de penitencia como «una blanca oración de penitencia ante la blancura infinita del pan candeal en que se nos dio a comer el propio Dios».












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