Pasaron los días santos. Rápidos, tal vez veloces. Llega el tiempo de la Pascua. Los tiempos donde realmente cobra sentido la fe. El triunfo de la vida sobre la muerte y el martirio. Pasaron los días de la Pasión y Muerte entre aroma de azahares e incienso. Pasaron rápidos, tal vez demasiado, pero nos han legado recuerdos que permanecerán imborrables en nuestra memoria. Los recuerdos, a veces efímeros, cuando calan en nuestro ser y en nuestra sensibilidad, pasan a formar parte de nuestra vida y eso en Semana Santa es algo usual.
Esta semana ha sido grata en muchos momentos, así como también negativa y nefasta en otros. Espero que el subconsciente se encargue de perpetuar lo bueno y defenestrar lo malo. Es el ejercicio de cada año, un ejercicio tan usual en nosotros que forma parte de nuestro modo de vida.
Recordaremos para siempre la luz del Domingo de Ramos, perpetuada durante todo la semana, una luz nítida y clara. Una luz que nunca fue amenazada por sombra alguna. Claridad y transparencia en los corazones de los niños hebreos de la Borriquita en una mañana esplendorosa. El Rey de Reyes, un año más, a lomos de su humilde montura nos señalaba el inicio de los días grandes en un paso que se perpetua en el tiempo sin sentir el filo de una gubia.
La antigua calle la Feria, San Fernando según el callejero, tiene tintes mágicos. Su belleza embarga los sentidos. Sus dos hileras de naranjos, níveos por el azahar, quieren ser penitentes durante toda la semana. Un Getsemaní cordobés donde el Señor de los Hortelanos dio un salto atrás en el tiempo y volvió a ser acompañado por cornetas y tambores, como ya lo hiciera en la década de los ochenta cuando los sones de la extinta banda del Tiro de Línea sevillano. Si y no, no y si. Las bandas de cornetas de hoy no son como las de antes. Antaño eran como debían de ser. Rancias y añejas. Ejemplo claro es la que se hace llamar Esencia y viene desde Sevilla cada Martes Santo al pretorio romano trasplantado a Capuchinos. Hoy la corriente es otra. Composiciones arregladas y re armonizadas para ser interpretadas por una gama más rica en instrumentos, que a la postre enmascara la armonía original de las obras inicialmente concebidas. Lo malo es que en ocasiones, en muchas, el resultado no es el más optimo. El ruido estridente de la cantidad enmascara a la calidad. La banda que vino del pueblo de Sarita Montiel fue mucho ruido y pocas nueces. No hace falta ir tan lejos, cuando en casa tenemos agrupaciones de mucha más calidad, caso de Coronación, que a pesar de sus detractores, es un estandarte al buen hacer en pos de la buena música y que de forma poco justificada ha perdido contratos en la capital y pos de otras entidades de peor calidad.
La calle de la Feria fue también el escenario en que presencie una cofradía en horas bajas. La cofradía del Calvario dio una sensación extraña. De abandono, con pocos nazarenos, cosa también habitual en esta ciudad, y alejada del esplendor de años no tan lejanos. Era la imagen de un noble arruinado. De un marqués más tieso que la 'mojama'. Ya vendrán años mejores, cuatro años pasan rápido, o tal vez no. Censurable la actitud de los antiguos costaleros, trajeados y engomados tras el paso del titular a guisa de penitentes, en lugar de vestir el morado habito y engrosar unas filas exiguas a más no poder.
Todo lo contrario la Misericordia. Su tránsito permanece clásico en el tiempo. Su estética podrá gustar más o gustar menos, pero es fiel a su estilo concebido hace muchos años. El aditamento sacramental parece innato en la corporación radicada en San Pedro. Es la imagen de una Semana Santa que permanece grabada en la memoria desde la niñez. Nada ha cambiado.
Para concluir hay que destacar que se volvieron a ver mantillas el Jueves Santo. La visita a los Sagrarios de los monumentos es tradición para recuperar y perdurar. Ahora las consortes de los directivos de la Agrupación de Hermandades, vestidas de mantilla para la ocasión en el palco de autoridades, queda poco natural y demasiado artificioso. ¿No creen?
No podía concluir sin acordarme de Herodes. No de Antipas, sino del Grande. Esos niños pidiendo cera y estampitas son un incordio para la Semana Santa. Mi recuerdo no es de bolas de cera, sino de moco de cirio hurtado cuando el nazareno se encontraba parado. La moda de pedir cera es algo moderno, causado por la mala educación cofrade de unos padres que comen a cantidades industriales el fruto del girasol, tradiciones que nunca debieron ser importadas, ya que cualquier día, a algún nazareno le va a dar por fundar la cofradía de Herodes el Grande.
Quintín García Roelas