Tres y media de la madrugada del Sábado Santo. El misterio del Santísimo
Cristo del Amor, ya adentrado en la calle Gaucín, donde se encuentra la Casa
Hermandad, revira ciento ochenta grados en el sitio. Todo ello para esperar a
la Reina de nuestros corazones. Tuve la inmensa dicha de estar bajo el paso
para hacer la recogida, y Él y Ella me brindaron uno de los momentos más bellos
de mi existencia.
Ya arriado el paso de misterio, un inmenso destello de luz asalta la calle.
Suena Encarnación Coronada, y el latido de los treinta corazones verdes
comienza a acelerarse. Intenté buscar su cara una y otra vez, pero sólo era
capaz de ver cómo esa gran ascua de luz que era el palio de María Santísima de
la Esperanza se colaba cada vez más por los respiraderos del misterio hasta
inundarlo por completo. ¡Qué bonita viene! Nos decíamos entre nosotros, apenas
acertando a articular palabra… Cantamos el Ave María, dijo mi hermano y
compañero Juanmi, del que tanto aprendo día a día. Aquí hay que morir… pensé
yo.
Varales coqueteando dulcemente con la noche linense, paso a paso
acercándose muy despacio hacia el Hijo de Dios. Candelería encendida
totalmente, exhalando el aroma de María a cada instante. Todo lo que les pueda
contar se queda corto para lo que nuestros titulares nos regalaron bajo esas
trabajaderas. Esa sensación de que tu Virgen navegue hasta tu Cristo siendo uno
sus pies escapa de toda capacidad descriptiva. Más aún cuando toda la cuadrilla
se puso a rezar cantando el Ave María de la marcha de Abel Moreno. No existen
palabras para describir ese sentimiento de sentirse iluminado por la Esperanza
estando debajo del Amor.
Sólo me cabe decir sin dudar, que si Dios se propusiera dibujar la Gloria,
esbozaría fielmente el paisaje que torpemente he tratado de plasmar con
palabras en este texto. Y es que el Cielo ha de ser muy parecido a lo que
muchos vivimos en La Línea en la madrugada del Sábado Santo. Al menos en mi
humilde visión. Quedará para el recuerdo colectivo e individual…
Bendita y verde locura.
Recordatorio Verde Esperanza: Hay y habrá tiempo