Suspira el querubín desde los pilares de la tierra donde escucha rumores, lamentos y penas que anuncian dimisiones forzadas para salir airosos del encierro entre esos pilares que construyera un rey santo.
Suspiros del alado entre ofrecimientos que causan un mayor dolor cuando se trata de un martillo que le intentan vender a uno que ya lo tuvo y al que dolieron con su desprecio. Y ahora le piden que vuelva pero duele el no recibido.
Suspira el Ángel por ese mismo llamador que, después volvieron a ofrecer a otro capataz que lleva en sus labios dos veces un no y se divierte el querubín pensando si el capataz será como San Pedro y con su mayor dolor lo niegue tres veces.
Joaquín de Sierra i Fabra