Blas Jesús Muñoz. Habrán sido infinitas las ocasiones en
que se ha hablado de no dar peces y sí la caña para que aprendan a
pescar. Se trata obviamente de un concepto paternalista que busca, más
de una vez, acallar la propia conciencia ante la situación real, que
estriba en que quien debe enseñar a usarla tampoco sabe porque compra el
pescado congelado en una gran superficie. Y lo que controla sobre las
artes de pesca lo leyó en un libro, en un documental de Discovery o,
sencillamente, se lo contaron.
El ejemplo de los peces se puede extrapolar a miles de
productos y oficios. El concepto de ¿qué se da o qué se enseña? se puede
debatir, de forma bizarra, durante generaciones. La cuestión surge
cuando lo que se pretende enseñar ya se conoce a la perfección.
Aquí es dónde entran, por ejemplo, algunas cofradías. Saben que dar no es suficiente y que algunos de sus hermanos ya conocen su oficio y que necesitan pan, pero a través de un trabajo que los realice y que los sitúe más allá del concepto regaló en una fila a la puerta de un local. Sobre todo, un trabajo, no ya para que se sientan más o menos útiles, sino para sentirse parte de la sociedad que los mira por encima del hombro por el mero hecho de poseer lo que ellos no tienen.
Hablábamos hace unos días de la labor social de la Hermandad de la Paz, pero tampoco queda atrás la de la Cofradía de los Gitanos. Esta última ha convocado a sus hermanos (albañiles, concretamente) que se hallen en paro, de cara a realizar la nueva Casa de Hermandad. Podrá parecerles algo temporal, pasajero, que no soluciona a la larga el problema.
Para la solución están los políticos (guarden la carcajada), el hecho es que la Hermandad está dando un primer e imprescindible paso en su ayuda. Pregunten a los contratados por cómo se sienten. En esa respuesta obtendrán el acierto de la corporación de San Román.