Blas Jesús Muñoz. Hay miles de formas de mirar a la tarde, de contemplarla bajo su azul de días encontrados en los estantes del pasado. Cientos de imágenes que retornan, por capricho, a la memoria para ser lanzadas de vuelta a través del presente que se enriquece en la Imágenes de Mujer que colman la Fe que se siente sin pedir nada a cambio.
Y así, en San Basilio, la Virgen del Amor aguardaba en su Besamanos los años que vieron a la Hermandad de Pasión transitar la ciudad en época contemporánea. Una imagen, la de la Santísima Virgen que desata los sentimientos que anuncia su nombre para dar testimonio de la efemérides que este año vive su cofradía.
Tradicional ya, como su Hermandad, como el cariño y reconocimiento que despierta entre propios y ajenos, el Milagroso Niño Jesús de Praga bajaba de San Cayetano para bendecir a la ciudad, a sus gentes, antes de que el Regina Mater, y posteriormente su festividad, vean a la Señora del Carmen navegar por la orilla más certera que deja Córdoba, desde San Cayetano.
El Císter deja su impronta en un sábado que ya ha traspasado de sobra la categoría de cofrade, contando que cualquier día lo es. La Reina Gozosa camina por Capuchinos y su caminar fluctúa en el aire tornando la atmósfera a un azul pálido que no distingue, en su plaza, el presente del pasado, del porvenir bendito que ha de sobrevenirle.
Y, en esa misma plaza, la Señora continúa en su Besamanos. Como he leído estos días habrá bajado del Cielo. Creo que no. Discrepo porque Ella, ante tus ojos cansados, con toda la carga de lo que se cuenta y lo que no, Ella es el Cielo. La mayúscula de la devoción, la Virgen que se acerca, llega y te desata. Nuestra Señora de los Dolores ratifica que Mayo es de María.
Recordatorio La Crónica: Y Córdoba se convirtió en Marisma