Vaya por delante que mis conocimientos de música se limitan a la flauta dulce del colegio, pero disfruto con ella, especialmente con la de Semana Santa. Por ello esta reflexión se hace desde la más profunda ignorancia del pentagrama con sus notas negras y blancas, y desde el máximo respeto a aquellos que se atreven a tocar una sola nota.
Mis primeros recuerdos de la música en nuestra Semana Santa datan de mediados de los años 70. En aquella época no sonaban más que cornetas y tambores y la Banda Municipal para aquellos privilegiados que podían contar con ella detrás de su imagen. El Viernes Santo, Jesús Rescatado era acompañado por la Banda de Cornetas y Tambores de la Base aérea de Matacán y Jesús Nazareno, por la Banda Municipal. No había más pasos a hombros esa tarde.
Desde aquellos sones tan clásicos, con unas pocas marchas para interpretar, repetitivas y monótonas en el caso de las cornetas y tambores, hasta ahora hay un largo trecho. Sin duda la evolución ha sido más que notable en este campo, y podríamos decir que la música de Semana Santa en nuestra ciudad está, por derecho propio, a una gran altura. Me atrevo a decir que con diferencia es lo que más ha evolucionado para mejor en nuestra semana de Pasión.
Todo tiene sus pros y sus contras. La indudable calidad musical que disfrutamos en nuestras calles desde hace un par de décadas y que va in crescendo cada año tiene sus peajes: el estilo de música elegido por la mayoría mira al sur y el tipo de banda converge sin duda en las agrupaciones musicales, que tienen una cadencia en su música más lenta a la que estábamos acostumbrados en las antiguas bandas de cornetas y tambores, por lo que las procesiones "andan" más despacio, salvo en aquellos casos que siguen llevando banda de música, que no son demasiados: sí en las Vírgenes, pero no en los Cristos, ni en los grupos escultóricos, con algunas excepciones.
¿Sería deseable un mayor número de bandas de música en nuestros desfiles penitenciales en detrimento de las agrupaciones musicales? Creo que en algunas procesiones, rotundamente sí, pero esta reflexión la deben de hacer las distintas juntas de gobierno de las hermandades y buscar aquel estilo que les sea adecuado y propio.
Al hablar de bandas de música, lanzo una pregunta: ¿cómo es posible que en una ciudad con dos conservatorios y varias escuelas de música sólo tengamos una banda de música y la municipal? ¿Qué ocurre en el conservatorio con la música de Semana Santa? ¿No es música para ellos?
Ciertamente me generan envidia no sólo el levante o el sur, donde cualquier localidad por pequeña que sea tiene su banda de música, sino también localidades más cercanas como Zamora, Alba de Tormes, Villamayor o Piedrahita, que tienen estupendas bandas.
El salto de calidad de nuestra música procesional, que es mérito de aquellos que se dedican a ella, con horas y horas de ensayos, debe de estar al servicio de aquello que representamos en la calle, y esa cultura musical que poco a poco se va instaurando en nuestra ciudad tiene que saber cuidar los detalles, escoger bien los repertorios, el tipo de banda que va detrás de cada imagen y que esto sea el complemento perfecto en la procesión, huyendo de protagonismos y exhibicionismos. Mirando de nuevo al sur (es obligado hablando de música, pues es allí donde se inspiran nuestras bandas), hace ya un tiempo que se están montando marchas que no hay quién las entienda, al menos un lego como yo. Quizá si la entiende el autor y los que las interpretan, pues están destinadas más al lucimiento propio como banda o como solista que para desfilar detrás de una imagen. Evitemos ese riesgo. Que esa mirada sirva para ver lo bueno y para discriminar lo que no es adecuado. Es responsabilidad de las formaciones musicales y de las cofradías.
Recordatorio La Firma Invitada: Hemos perdido la Semana Santa