Guillermo Rodríguez. Córdoba se echó a caminar por los senderos en busca de la Blanca Paloma, con el horizonte de la Tierra Prometida que existe a orillas de Doñana porque la Virgen así lo quiso. El pueblo entero se convirtió en rociero y acogió entre sus brazos a la Hermandad de todos los cordobeses, la que lleva con orgullo el nombre de la ciudad por los caminos que conducen a Ella. Nuestro compañero Antonio Poyato acompañó el paso de la Carreta del Simpecado por las calles son inicio de la senda que conduce al lugar donde nacen los sueños, para regalarnos esta magnífica Crónica Gráfica.
Recordatorio La Crónica: Y Córdoba se convirtió en Marisma